La central de abastos más importante a nivel nacional es el reflejo del país que emigra hacia las grandes ciudades en busca de una mejor calidad de vida. Un sitio donde se trabaja mucho y se sacrifican las horas de sueño.
| Más de 4.000 carretilleros llegan diariamente a las bodegas de Corabastos para cargar en la espalda hasta 65 kilos por viaje. | Por: Alex Visbal | Para Semana Rural
¿Un país como Colombia puede caber en 420.000 metros cuadrados? En Corabastos es posible. Es la principal central de abastos a nivel nacional y queda en el suroccidente de Bogotá, en un amplio terreno de la localidad de Kennedy. Hasta aquí llegan diariamente productores agrícolas, grandes y pequeños comercianes, dueños de restaurantes y compradores menores de diversos rincones del país. Un promedio de 250.000, según un estudio de caracterización del DANE.
T E X T O : Nathalia Acosta
F O T O S : Julián Galán
Esta enorme plaza de mercado casi nunca está quieta, excepto los 25 de diciembre y los Jueves y Viernes Santos. A cada hora hay movimiento: los coteros, quienes descargan las mercancías de los camiones, comienzan sus jornadas en las noches o madrugadas; los comerciantes se levantan antes que el sol salga para limpiar las legumbres, los tubérculos, las hortalizas y las frutas almacenadas en las 5.600 bodegas que comprenden la central de abastos; los vehículos que surten a los pequeños supermercados de los barrios de Bogotá y de pueblos o ciudades aledañas parquean en tandas antes del mediodía y durante la tarde. Es un ciclo que se repite a diario.
Además de ser el mayor centro de acopio de alimentos del país, Corabastos es el sitio de llegada de muchos colombianos de distintas regiones que buscan una mejor vida en Bogotá desde que abrió sus puertas, en 1972. Algunos escaparon de la violencia en sus municipios, otros solo querían sacar a sus familias de la pobreza. Las siguientes siete historias son el reflejo de la Colombia que reune Corabastos: un lugar donde se trabaja freneticamente y donde se sacrifican las horas de sueño con tal de salir adelante.
José Joaquín Pineda
60 años
“Por la época en que yo me vine era pesadito en mi pueblo. Quién sabe cómo esté ahora con eso de la paz. En mi juventud, la única opción era migrar de la tierrita”.
Este santandereano viajó a Bogotá desde el municipio La Belleza hace 25 años. Llegó una madrugada con pocos pesos en el bolsillo en busca de mejores oportunidades. “Al comienzo todos empezamos desarrumando la papita. Después uno ya empieza a descargar, luego lo sueltan para que venda y así de a poco va escalando”, dice.
Para Pineda, el progreso de los que arriban a la central de abastos depende de la actitud con que cada uno busque mejores alternativas. “El rebusque, el rebusque es lo más importante o sino te queda grande la ciudad”.
Robinson Ortiz
32 años
“Todo aquí tiene su ciencia. Aprender a comprar, a vender y el trato al cliente lo he perfeccionado con los años. Pero el amor por lo que hago sigue intacto”.
La familia de Ortiz trabaja con la cebolla. Cultivar y comercializar esta verdura originaria del centro de Asia le ha dado a más de cuatro generaciones el sustento para salir adelante. Hoy cursa cuarto semestre de ingeniería ambiental y aspira darle un valor agregado al negocio: producir de manera orgánica y responsable.
Diana Miner
31 años
“Hay gente que dice que es mejor limpiar la cebolla con un costal, pero ellos qué van a saber. Yo hago esto hace más de 20 años y si le digo que es mejor con un chiro es porque así es”.
Un trapo viejo. Eso es lo único que necesita Diana Miner para limpiar cebolla. En busca de un mejor futuro para sus tres hijos, ella y su esposo decidieron migrar desde Boyacá hace tres años. Cada día limpian entre 16 y 20 ponys -medio bulto- de cebolla. Su pago: 2.500 pesos por cada bulto completo que organicen. Con ese dinero logran cubrir los gastos del hogar cada mes.
Javier Serrano
38 años
“Yo descargo y desarmo sin problema. Mejor dicho, lo que me pongan a hacer yo lo hago hasta cantando”.
Oriundo de Santa Marta, Serrano ha dedicado 12 de sus 38 años a ser cotero en Corabastos. Al comienzo fue duro adaptarse al trabajo en la central por el frío de las madrugadas y las extenuantes jornadas. “Puede ser muy rico el calorcito en la Costa, pero ajá, el trabajo acá es otra historia”. Cuenta que además de recibir el pago por su labor, las personas suelen regalarle papas, plátanos y zanahorias. A fin de mes completa lo de un mercado entero.
Nicolás Romero
33 años
“He trabajado casi toda la vida con el coco. Me gusta la concentración que requiere porque todo el tiempo estas expuesto a cortarte un dedo. Claro, eso solo le pasa a los despistados”.
El folclor del Pacífico siempre acompañan a este bonaverense que llegó a Bogotá hace 15 años. Mientras pela de manera asombrosamente rápida cada uno de los cocos, canta con sentimiento aquellas canciones que le recuerdan al puerto que lo vió crecer. Su anhelo es poder llevar a sus hijos a las playas donde alguna vez, comiendo patacones y jugando descalzo al fútbol, fue feliz.
Karis Castro
45 años
“¿A quién le gusta llegar a trabajar a las once de la noche? A nadie. Pero a mí me toca, las circunstancias por las que pasé me obligaron a venir a una plaza de mercado. Gracias a Dios he logrado sacar grandes beneficios”.
Desplazada de Cúcuta, Castro salió de su región hace 17 años. En ese momento le faltaban las oportunidades de empleo, pero le sobraban las ganas de darle educación a sus hijos. Empezó trabajando como desgranadora y hoy ya es dueña de un local de arveja.
Buenaventura Parra
50 años
“Voy de una bodega a otra y dependiendo de lo que lleve me pagan. Por decirle algo: yo llevo ocho bultos de plátano y me pagan a 600 pesos cada uno. En el día me hago como máximo unos cuatro viajes, dependiendo del movimiento”.
Como Buenaventura Parra, más de 4.000 carretilleros llegan diariamente a las bodegas de Corabastos listos para cargar en la espalda hasta 65 kilos por viaje. Aunque el esfuerzo físico de más de 30 años empieza a cobrarle factura, este boyacense dice que tiene energía de sobra. “Aquí lo único importante es ser honrado. Si uno hace bien su trabajo, la gente lo busca a uno. Hay que tratar bien la carga, cuidarla como si fuera propia y verá que ahí sí se gana a los clientes”.
C R É D I T O S
Nathalia Acosta |
@nataliacosta07
Estudiante de décimo semestre de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad Autónoma de Cali. Actualmente hace sus prácticas profesionales en Especiales Regionales de Revista SEMANA.
Julián Galán |
@julianguionbajo
Fotógrafo bogotano de 24 años. Su interés por la imagen nació de niño, gracias a una pequeña cámara análoga que tenía en casa. Ha publicado sus trabajos en revistas del Grupo SEMANA.
© 2018
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