Hasta hace unos años el caribe colombiano era prácticamente considerada una región inviable; un territorio conformado por ocho departamentos en el que abundaba la corrupción y faltaban liderazgos.
Pero los caribeños nos cansamos de ser “pordebajeados”, y empezamos a mostrarle al país que somos capaces de jalonar el desarrollo y fomentar el progreso, incluso por encima de otras regiones de Colombia.
Empezamos a mostrar que sí es posible hacer buenos gobiernos y en los últimos años hemos exhibido con orgullo a varios de los gobernadores y alcaldes mejor calificados del país.
El Caribe sigue consolidándose como un polo de desarrollo gracias a su ubicación geográfica, su talento humano y la confianza inversionista nacional y extranjera. Son varios los mega proyectos que se ejecutan por parte de los sectores público y privado.
Atlántico le apunta a invertir $10.9 billones en infraestructura en vías, educación y salud. Bolívar, Cesar, Córdoba, Magdalena y Sucre hacen lo propio con millonarias inversiones en servicios públicos y desarrollo vial para mejorar la competitividad; y al igual que Barranquilla, Cartagena apuesta por un nuevo aeropuerto mientras que Montería se consolida como la ciudad inteligente del país.
Según cifras del DANE, al cierre del año anterior la región Caribe fue la región con mayor crecimiento en la producción y presentó los niveles más bajos de pobreza multidimensional. Por supuesto hace falta mucho por hacer.
Quizá uno de los hitos más importantes del ‘despertar Caribe’ es la reciente constitución formal de la Región Administrativa de Planeación (RAP Caribe) con la que se empieza a consolidar un viejo anhelo de autonomía en el manejo de los recursos y la toma de decisiones. En octubre se firmó la ley con la que se crea la RAP y empezó un nuevo capítulo para la región que tiene como fin último su creación como entidad territorial.
Ya otras regiones del país se han constituido en RAPs. Sin embargo, lo realmente importante de estos procesos es el reconocimiento de que este es un país de regiones, y que el postconflicto abre una inmensa puerta para que las regiones, a través de un nuevo modelo territorial descentralizado, tengan la capacidad de decidir su propio futuro de forma más cercana a sus ciudadanos.
No hay duda que el país necesita cambios de fondo. Muchos piensan que uno de estos cambios debe darse en el modelo extremadamente centralista que asfixia a la periferia. Hay otros que piensan que la descentralización significaría desangrar al centro de poder o trasladar la corrupción a las regiones.
Lo cierto es que, por un lado, se haría justicia en la distribución del situado fiscal y las transferencias, y por otro, que al final el control lo ejercemos los ciudadanos mediante la denuncia o el voto. Por ello es necesario que desde las regiones, y en particular desde el Caribe, hagamos parte de nuestro proceso: apropiémonos de lo que está pasando en nuestra región y contémoslo con orgullo. Pero sobretodo participemos activa y decididamente, para que nos dejen construir nuestro propio futuro.
POR: JOSÉ PENSO
Conferencista, Consultor y Docente universitario. Artículista y Analista de opinión pública para diferentes medios en Colombia y el exterior. Director de la consultora en asuntos públicos ACP. Fundador y miembro de la Junta Directiva de la Asociación Colombiana de Consultores Políticos.
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En la vereda La Angalia, del municipio nortesantandereano de Tibú, todo estaba preparado. Cuando llegaron los funcionarios de la Agencia de Renovación del Territorio, un grupo de líderes del pueblo estaba a la espera para formular un plan con un nombre raro, pero que es parte importante en la implementación del Acuerdo de Paz.