Los pobladores de este corregimiento de Vista Hermosa, sur de Meta, quieren dejar en el pasado los años del conflicto. Pero la reparación parece lejana porque no avanzan las acciones para resarcir los daños de la guerra.
| Los habitantes de Piñalito quieren dejar atrás el conflicto pero demandan que se reparen los daños que los enfrentamientos y el desplazamiento dejaron. | Por: José Puentes Ramos
Esther Julia Rada se refugió del agua en su casa. Era viernes y el día empezó lluvioso. Desde la noche anterior hubo chaparrones y lloviznas. El agua no paró de caer. Mientras esperaba que el clima cambiara, ella hizo algunos quehaceres en su hogar. Barrió, limpió los pocos muebles que tiene y abrió la puerta y la única ventana de su vivienda para que el aire entrara. Era un viernes tranquilo y lluvioso en Piñalito, un poblado del sur del Meta. Era un viernes diferente a los viernes de los años del conflicto armado.
Rada tiene 50 años y es oriunda de Piñalito, un corregimiento del municipio de Vista Hermosa (Meta). Su centro poblado queda a una hora en moto o carro de la cabecera municipal. Una vía sin pavimentar y arcillosa, con tramos levemente empinados, conecta ambos sectores del pueblo. Junto a los municipios de Mesetas, San Juan de Arama, Puerto Rico, Puerto Concordia y La Macarena, Vista Hermosa conformó una región donde los grupos armados se asentaron.
Entre los actores del conflicto armado que más incidencia tuvieron en Vista Hermosa están las Farc, cuando eran una guerrilla. El Bloque Oriental y el Secretariado General de esa organización permanecieron por años en el pueblo, según datos de la Unidad para las Víctimas. Asimismo, el municipio hizo parte de la zona de distensión durante la negociación del Gobierno y las Farc entre 1999 y 2002.
Los habitantes de Piñalito piden vías pavimentadas y mejoras estructurales para la escuela del poblado. JOSÉ PUENTES RAMOS
Con lo último que dice, ella se refiere al aumento de la presencia de paramilitares —puntualmente la entrada del Bloque Centauros de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC)— y narcotraficantes en Vista Hermosa. Los pobladores de Piñalito vieron a todos los actores del conflicto cerca de sus casas, fincas y negocios. También fueron víctimas de sus crímenes: amenazas, desplazamiento forzado, asesinatos selectivos, reclutamiento, cultivos ilícitos, restricciones en la movilidad, entre otros.
LAS VÍCTIMAS
Rada tiene una fotografía colgada en la pared. Le puso un marco dorado de aluminio y un vidrio para protegerla del polvo y la humedad. Es el retrato de uno de sus hermanos. La guerrilla se lo llevó porque, según lo que ella comenta, tenía problemas con un miliciano.
“Antes de que comenzara la zona [de distensión], el conflicto era tremendo. La guerrilla permanecía por acá y se la mantenía agarrada con el Ejército y la Policía, se escuchaban tiroteos y ráfagas. Comenzó la Zona y la violencia bajó un poco. Eso era porque mandaban ellos [las Farc]. Cuando se terminaron las negociaciones, por acá todo se complicó”
ESTHER JULIA RADA, habitante de Piñalito (Meta)
Lo ha buscado con ayuda de la Cruz Roja, pero no han dado con su paradero. Incluso revisó con la entidad los registros de fosas comunes. Aún tiene la esperanza de encontrarlo, lo que no ocurre con 8 de sus sobrinos que ingresaron a las Farc de manera voluntaria.
“Ellos decían que les gustaba la guerrilla. Hasta el sol de hoy no sabemos qué pasó con sus vidas. Creemos que ya murieron porque les tocó la guerra luego de la zona de distensión. Eso era combate tras de combate. Tenían 10, 12, 13 años… De pronto cayeron en una toma en Puerto Lleras. Los hemos preguntado a desmovilizados y no saben de ellos”
ESTHER JULIA RADA, habitante de Piñalito (Meta)
Unas calles atrás de la casa de Rada vive ‘Pipo’ o José Heberto Ocoró. Tiene 36 años y también es oriundo de Vista Hermosa, aunque su familia proviene del Pacífico. Era un joven de 16 años cuando se instaló la zona de distensión. Salió de Piñalito hacia Bogotá para estudiar el bachillerato, prestar el servicio militar y estudiar una licenciatura en Educación Física.
‘Pipo’ pasaba las vacaciones del colegio en Piñalito, pese a las restricciones de las Farc para ingresar al corregimiento y la amenaza paramilitar fuera de las áreas donde la guerrilla no imponía sus normas. “Me tocaba presentar el carné cada vez que entraba o salía”.
Los grupos armados usaron el deporte, especialmente el fútbol, para atraer a los jóvenes y reclutarlos a sus filas. ‘Pipo’ cuenta que los jefes guerrilleros organizaron partidos entre veredas del corregimiento y financiaron equipos. Luego los hacían sentir comprometidos con el grupo armado.
“Era una forma de endulzar a los muchachos. Varias veces intentaron convencerme, pero eso no era para mí. Estaba estudiando”.
José Heberto Ocoró ('Pipo') es uno de los habitantes que espera por mejoras para el jarín y la escuela . JOSÉ PUENTES RAMOS
Sandra Milena Correa mantiene la esperanza de saber qué pasó con su esposo una vez empiecen los procesos de reparación. JOSÉ PUENTES RAMOS
200 familias esperan la intervención del Estado para adelantar procesos de reparación JOSÉ PUENTES RAMOS
Sandra Milena Correa, de 38 años, tiene una caseta en Piñalito donde vende minutos, saca fotocopias y ofrece el servicio de impresiones. Sola, con su trabajo, sacó a su hija adelante luego de la desaparición de su esposo en Restrepo, otro pueblo de Meta. Recuerda que viajaba constantemente a Vista Hermosa en plena época de la zona de distensión. Ella cree que los paramilitares se lo llevaron porque creyeron que era auxiliador de las Farc. “Son más de 10 años buscándolo y nada… Nada que sabemos de él”.
Rada, ‘Pipo’ y Correa hacen parte del grupo de habitantes de Piñalito que esperan ser reparadas por el Estado. Son aproximadamente 1.200, unas 200 familias según la oficina de Meta de la Unidad para las Víctimas. La institución adelanta un proceso de reparación colectiva y viene desarrollando actividades en el corregimiento desde 2013, pero el resarcimiento de lo perdido por la guerra, en voz de los pobladores, va a paso lento.
“ Del viernes del mediodía para adelante… Ay, Dios mío, fue tremendo. Se escuchaban disparos y nosotros aquí, escondidos, debajo de la mesa. Nosotros no nos podíamos parar a prender un fogón y hacer de comer. Yo tengo la casa impactada, llena de huequitos”
ESTHER JULIA RADA, habitante de Piñalito (Meta)
El puente colgante sobre el río Güejar, que conecta el centro poblado con otros sectores del corregimiento. Por aquí pasaban tropas del Ejército y los grupos armados. JOSÉ PUENTES RAMOS
LA REPARACIÓN, ¿EN QUÉ VA?
Piñalito necesita de vías pavimentadas. La escuela, el jardín infantil y el centro médico requieren mejoras. Algunas casas abandonadas por la violencia se caen a pedazos y nadie recoge los escombros. Urge reparar el emblemático puente sobre el río Güejar, que conecta el centro poblado con otros sectores del corregimiento y por donde pasaban tropas del Ejército y los grupos armados. Estos son algunos de los pedidos que los pobladores hacen al Estado para que los reparen. Pero ni una de estas acciones se lleva a cabo.
La oficina en Meta de la Unidad para las Víctimas ya hizo en Piñalito talleres explicando en qué consiste la reparación colectiva, conformó el comité de impulso —el grupo de habitantes que sirve de enlace entre la comunidad y la institución—, explicó cuál es la ruta de reparación, identificó las propuestas de reconciliación, escuchó cuáles son las medidas de reparación que quieren las víctimas y diagnosticó los daños que provocó el conflicto.
Mientras la Unidad de Víctimas de Meta reformula el Plan Integral de Reparación, la población espera a que se tomen acciones pronto. JOSÉ PUENTES RAMOS
SEMANA RURAL consultó a la entidad sobre cuál es el estado actual del proceso y explicó que se encuentra en reformulación del Plan Integral de Reparación Colectiva, pues debió ser ajustado para aclarar el alcance real y efectivo de la reparación en el corregimiento.
A pesar de esas actividades, en Piñalito existe la sensación de que la reparación no avanza. Para ‘Pipo’, por ejemplo: “Todo empezó bien, pero luego decayó porque ellos [la Unidad] empezaron a incumplirnos. Nos citaban y no venían. No volvieron a hacer las reuniones para escuchar los relatos de los hechos victimizantes”. Correa, por su parte, opina que: “Si usted les plantea a las vìctimas mejorarles la calidad de vida, ahí sí les importan los actos simbólicos. Pero, ¿de qué sirven marchas, caminatas o misas si llegan a la casa y sus hijos siguen enfermos o sus casas están a punto de caerse?”.
TURISMO DE PAZ
Evangelista Herrera es el coordinador del proyecto Cordepaz, una iniciativa que busca incentivar el turismo de memoria en Piñalito y Vista Hermosa e impulsar a los productores agrícolas de la región. “Nos concentramos en generar oportunidades económicas. Estamos ayudando a 30 plataneros de Piñalito para que saquen sus productos sin necesidad de intermediarios”.
Cordepaz ve en el turismo una opotunidad de crecimiento económico para Vista Hermosa y Piñalito. JOSÉ PUENTES RAMOS
Con respecto al turismo, Cordepaz trabaja con 20 jóvenes que se forman como guías. “La idea es que desde el próximo noviembre el puente sobre el río Güejar haga parte de la ruta turística del municipio, con una cartografía de los hechos violentos ocurridos allí”. Además, se quiere recoger en un libro las historias de los pobladores durante la época del conflicto, para que la memoria no se olvide.
Más de 50 mujeres las relataron en Contadoras de Historias: Relatos de Mujeres para no olvidar. Estos son los detalles de una experiencia de recuperación de memoria por medio de la escritura.