El conflicto armado los obligó a huir hacia Bogotá o Medellín. Hoy tratan de recuperar sus tierras, renacer sus cultivos y de no perder su conocimiento ancestral..
| Según datos del 2012, incluidos en el documento, al menos de 7.270 emberás habitaban esta zona del Chocó. Hoy el censo puede ser mayor. | Por: José Puentes Ramos / SEMANA RURAL
Con bastón en mano, Otilia Arce de Tequia patrulla los caminos de Conondo y Aguasal, en el Chocó. Son dos comunidades de emberás katio situadas en las montañas de Bagadó, un municipio del oriente chocoano. Ella hace parte de la guardia indígena del resguardo de Alto Andágueda y dice con orgullo que trabaja por mantener la paz en la región. Su pueblo sufrió los embates del conflicto armado.
Históricamente, en Bagadó han hecho presencia grupos guerrilleros, bandas criminales y narcotraficantes, un coctel con el que ha tenido que lidiar el Ejército. La violencia en la zona aumentó desde finales de la década de los noventa. Los combates entre los ilegales y la fuerza pública se daban incluso dentro del resguardo, apenas a metros de las viviendas de los indígenas. Uno de los ataques que más recuerdan los emberá ocurrió el 12 de octubre de 2006.
© José Puentes Ramos / SEMANA RURAL
«Aquí en Conondo hubo un bombardeo. Esa vez hubo un niño muerto y 7 heridos de gravedad. Y fue dentro de la comunidad. Por ese motivo, algunos compañeros salieron desplazados en Bogotá y Medellín. Aún siguen allí»
- Cornelio Tequia, secretario general del Cabildo Mayor del Resguardo Alta Andágueda -
La historia cambió en 2014, el Tribunal Superior de Antioquia le ordenó al Estado garantizar el regreso de los indígenas a Bagadó y, además, acompañarlos en el proceso. A través de un fallo se pidió la devolución de las 50.000 hectáreas que conforman el resguardo. Según datos del 2012, incluidos en el documento, al menos de 7.270 emberás habitaban esta zona del Chocó. Hoy el censo puede ser mayor.
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¿CÓMO AVANZA EL RETORNO?
Hermilda Arce Sintuá es docente y una de las líderes de Alto Antágueda. Vive en Cevedé, que como Conondo y Aguasal hacen parte de las 31 comunidades del resguardo. Cuenta que, en efecto, al territorio han llegado emberás de distintas familias que se tuvieron que huir desplazadas. Poco a poco el resguardo se reconstruye.
Si ya era difícil afrontar el regreso, ahora el reto es conservar de manera colectiva la identidad emberá, pues muchos de los indígenas que llegaron a Bogotá o Medellín, en el afán de escapar de la violencia, adoptaron costumbres de las ciudades. Los más pequeños aprendieron mejor el español que su lengua madre, los jóvenes se sienten más cómodos con ropa estampada con leyendas en inglés y han consumido alcohol y tabaco, y algunos de los mayores ya se acostumbraron a usar electrodomésticos.
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Para Sintuá, la mejor forma de preservar la cultura y los saberes ancestrales es la educación. “Las enseñanzas nos llegaban desde lo oral. Con demostraciones que nos hacían los abuelos. Hoy eso ha cambiado”, señala.
La maestra Sintuá se puso en la tarea, junto a más mujeres del resguardo, de investigar y recopilar las tradiciones del pueblo. Pero esa labor de "rescate" no está completa sin educación formal básica, ella considera que para salir de la pobreza y el abandono en el que viven, ellos y otros indígenas del país, también se necesitan matemáticas, ciencias y artes.
SERVICIOS BÁSICOS FLOJOS Y POCOS ALIMENTOS
En medio de las montañas donde se enclava el resguardo se ven algunos postes y contadores de energía. A través de tuberías improvisadas, el agua potable llega solo a algunas casas y no existe el sistema de alcantarillado.
Tampoco hay suficientes centros médicos en la región. Si alguien de Conondo se enferma debe caminar media hora entre las trochas, cruzar quebradas o subir caminos empinados y pedregosos hasta el punto de salud de Aguasal.
El clima tampoco ayuda: llueve mucho y por eso los barriales y deslizamientos de tierra son casi parte del paisaje. La odisea no termina al llegar, pues si con suerte hay alguien en el lugar, ese alguien puede ser un maestro indígena con alguna formación en enfermería, porque médicos no hay.
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“Aquí contamos con algunas herramientas para mejorar la educación y nuestra calidad de vida. Pero no tenemos electricidad. Por ejemplo, los profesores tienen sus equipos, pero no pueden prenderlos. También nos fatal la salud, el agua potable y el alcantarillado”, comenta Tequia.
Otra de las carencias a las que se enfrentan los emberá que retornaron a Bagadó es la escasez de alimentos. Es un pueblo que vive de la siembra y el trueque de maíz, plátano -al que llaman Primitivo-, yuca y algunas frutas como el banano, la piña y el borojó, pero el desplazamiento les borró del mapa sus cultivos.
El Gobierno impulsa en el resguardo un programa de seguridad alimentaria que hace parte del acompañamiento ordenado por el Tribunal Superior de Cundinamarca. El Departamento de Prosperidad Social, en conjunto con la organización Acdi Voca, entregan y administran incentivos económicos para que los indígenas construyan huertas familiares y comunitarias. La misión es que los emberás recuperen su vocación agrícola y no sufran de hambre.
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De todas formas, en la dieta de estas comunidades hace falta proteína animal. Se extraña un gran proyecto de porcicultura o piscicultura en Andágueda. Ni siquiera trabajan en la crianza de gallinas. Para conseguir carne y otros alimentos básicos, los emberá tienen que viajar hacia Santa Cecilia, un municipio de Risaralda cercano al resguardo que queda a seis horas en mula.
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LO QUE LE FALTA A LA GUARDIA
El cabildo tiene una guardia compuesta por 710 miembros. Son hombres y mujeres indígenas que preservan la paz y la convivencia en la región. Continúan su patrullaje constantemente aunque en los últimos años no se han presentado incidentes con los grupos al margen de la ley o la fuerza pública.
La guardia le pide al Estado dotación y más capacitación. “Necesitamos más apoyo y talleres. Son cinco años sin formación. La instrucción de la sentencia es que cada año nos iban a capacitar, pero aún se hace. También requerimos chalecos y radios. Es el compromiso que todavía no se cumple”, asegura Alonso Batesarse, coordinador de la organización en Aguasal.
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FAMILIAS EN SU TIERRA
El Gobierno, de la mano con organizaciones de cooperación, impulsa el programa Familias en su Tierra para garantizar el retorno de los emberá a Bagadó. Esta estrategia, creada en 2014, cuenta con cuatro componentes: seguridad alimentaria, vivienda, asistencia social-comunitaria y proyectos productivos.
“A cada familia se le entrega 1.400.000 pesos para inversión en vivienda. Reciben el incentivo luego del acompañamiento de un funcionario de Prosperidad Social. La idea es que compren materiales y ellos mismo hagan las mejoras en sus casas”, explica Leycer Palacios, coordinador del programa en el resguardo de Alto Antágueda.
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En cuanto a seguridad alimentaria, las familias reciben 436.000 pesos para la construcción de huertas en los hogares y cultivos comunitarios. Los emberás también reciben asesoría en la planeación de proyectos productivos. “Nuestra apuesta es por las iniciativas solidarias. De ese modo ellos pueden recuperar su cultura y costumbres”.
- Por: José Puentes Ramos-
Editor para Bogotá, enviado especial a Bagadó
Los ciudadanos de este municipio se unen contra la violencia, que el año pasado les robó a casi 100 personas y que hace una semanas causó el desplazamiento de 2.000 más