Colombia está a pocos meses de iniciar un intenso año electoral. Durante el 2018 se escogerá al nuevo Presidente de la República y al nuevo Congreso. Hoy, nada está claro y cualquier cosa puede llegar a ocurrir.
La corrupción, que viene destruyendo la institucionalidad en todos los frentes, y el futuro de los acuerdos logrados con las Farc en La Habana prometen dominar el debate político. ¿Cómo ponerle fin a las mafias que se apoderaron de lo público? ¿Cómo garantizar el tránsito de la guerrilla a la vida civil y política, sin que eso implique renunciar a la verdad, la justicia y la reparación? Esos dos interrogantes estarán presentes.
Pero hay algo adicional que marcará, como nunca antes, las elecciones venideras: la desconfianza. Hay desconfianza hacia los partidos políticos y de allí que la mayoría de los candidatos esté recogiendo firmas, con el fin de marginarse, por lo menos nominalmente, de los movimientos. Hay desconfianza hacia la verdad y de allí que una mentira propagada mil veces en las redes sociales logre implantarse como un hecho cierto, difícilmente rebatible.
En últimas, hay una desconfianza generalizada que viene siendo usada, hábilmente, por manipuladores que intentan llenar los vacíos con sus propias versiones amañadas de la realidad. Y bajo dicho contexto, muy preocupante, se darán las próximas elecciones en Colombia, un país con altos niveles de desinformación y, por lo tanto, tierra muy fértil para ese populismo (de izquierda o derecha) que hemos venido presenciando en otras latitudes, con todos sus nefastos resultados.
El fenómeno es de carácter mundial. Este año se conocieron los resultados del Barómetro de Confianza de Edelman, que mide la confianza de los ciudadanos hacia los gobiernos, los medios, las ONG y el mundo de los negocios. Luego de encuestar a 33.000 personas en 28 países, quedó claro un desplome de la confianza hacia esas cuatro instituciones.
Entre los datos más sobresalientes que arrojó la encuesta hay uno sobre a quién le creen hoy los ciudadanos: ¿ a los individuos o a las instituciones? El 55 por ciento respondió que a los individuos. Es decir, la versión de alguien calificado como un influenciador puede llegar a tener un mayor grado de credibilidad sobre la que emite una entidad pública o privada.
Al mismo tiempo, 7 de cada 10 señalaron que prefieren a un reformador en vez de alguien que mantenga el status quo, y el 64 por ciento le cree más a una información filtrada que a un comunicado de prensa.
Todos estos resultados plantean profundos desafíos para gobiernos, medios, ONG y el mundo empresarial, y abren grandes interrogantes sobre el impacto que puede llegar a tener la desconfianza en las próximas elecciones en Colombia.
¿Se implantará un modelo populista, donde los hechos no importen y prime más la creencia personal? ¿La desconfianza terminará por debilitar a las instituciones y asistiremos al resurgimiento del caudillismo? En los debates electorales, ¿importará más la mentira o la información a medias que la verdad? ¿Hacia dónde nos conducirá esta ola donde nadie cree en nada y en nadie?
Desde los medios de comunicación la tarea es monumental. En la era de las noticias falsas o fake news, se requiere un periodismo riguroso que contribuya a dejar en evidencia la manipulación y los intereses que gravitan en torno a ella. En épocas electorales, el periodismo profesional debe actuar en contra de ese engaño que hoy fácilmente se difunde por las redes sociales.
La desconfianza que domina al mundo, a juicio del estudio de Edelman, es entendible. Hay problemas de fondo en todas las latitudes que no se han logrado resolver. Pero hay que estar alertas para evitar que dicho desasosiego sea el origen de soluciones que resulten peores que la enfermedad. En el caso colombiano, a poco de que arranque un año electoral, que esa desconfianza nos haga reflexionar muy bien antes de votar y no nos termine por llevar al precipicio.
YESID LANCHEROS | @YesidLancheros
Director informativo Canal Capital
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