El escritor y periodista habló con SEMANA RURAL sobre su libro El Hambre. “La política es decisiva tanto para que se produzcan situaciones de hambre como para solucionarlas”, advirtió..
| Somos más de siete mil millones de personas y el mundo puede producir alimentos para doce mil millones. El hambre es un problema de distribución de la riqueza. | Por: Nelson Parra Yate | SEMANA RURAL.
Martín Caparrós más que un periodista parece un viajero en plan de llegar a su próximo destino. Bien se puede levantar en Madrid, llegar en la tarde a Roma y dormir en Londres. Este incansable escritor prefiere vestir de negro para no tener que cambiarse y siempre tiene una maletica lista para cuando inicie su nuevo periplo. Entre esas andanzas tuvo una parada en Cali, adonde fue invitado para participar en el III Festival Internacional de Lectura Oiga Mire Lea.
Allí, junto al cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos, conversó sobre El Hambre, su desgarrador libro que sacude el alma y no deja incólumes a quienes se atreven a sumergirse en sus 632 páginas.
Basta con escuchar a Caparrós para entenderlo...
« Si usted se toma el trabajo de leer este libro, si usted se entusiasma y lo lee en –digamos- ocho horas, en ese lapso se habrán muerto de hambre unas ocho mil personas: son muchas ocho mil personas. Si usted no se toma ese trabajo esas personas se habrán muerto igual, pero usted tendrá la suerte de no haberse enterado. O sea que, probablemente, usted prefiera no leer este libro. Quizás yo haría lo mismo. Es mejor, en general, no saber quiénes son, ni cómo ni por qué. Pero si usted sí leyó este breve párrafo en medio minutos; sepa que en ese tiempo solo se murieron de hambre entre ocho y diez personas en el mundo –y respire aliviado-. »
Con la serenidad de siempre, el maestro, escritor y periodista argentino habló con SEMANA RURAL y contó su esperanza de que la solución al hambre haga parte de la agenda de los políticos en el mundo, pero, sobre todo, esté en el radar de quienes creen que es un problema de gente pobre.
Nelson Parra Yate / Especial para SEMANA RURAL
Estamos en plena visita del Papa a Colombia. Se dice que su desplazamiento costaría unos $30 mil millones. Es una cifra grande y no faltan las voces que se preguntan por qué ese dinero mejor no se invierte en aliviar el hambre de tantas personas en el país ¿o no?...
Sí, es bastante paradójico que se gaste tanto dinero en la visita de un señor religioso cuando ese dinero se necesita en tantos lugares, como en la Guajira. Estuve hace unos cuatro meses y se vive una situación muy dura para muchos habitantes del lugar, pero más que el hecho de que el Estado gaste ese dinero en esa visita, lo que me impresiona es que leía por allí que va a haber cuatro o cinco millones de personas movilizadas por la visita del papa y no creo que haya ni cuatro o cinco mil personas movilizadas para solucionar el hambre en los rincones donde Colombia los necesita, eso me parece más grave todavía. ¿Por qué tanta gente hace ciertas cosas y por qué tan poca gente hace otras que pueden resultar tan necesarias?
Más o menos alrededor de 40 millones de personas padecen hambre en los países de América Latina, ¿por qué no se han podido reducir estos indicadores?
Hay que recordar que en los últimos quince años en Latinoamérica bajó mucho la cantidad de personas que no comen suficiente. Uno de los dos lugares o zonas donde la situación mejoró fue precisamente en Latinoamérica, la otra fue China a una escala totalmente enorme, pero en Latinoamérica gracias al aumento de las materias primas, que en general nuestros países exportan, como el petróleo, la soja y el cobre, se redujo considerablemente la cantidad de hambrientos. El peligro es que al bajar los precios de las materias primas ya se están registrando nuevos aumentos en esa cantidad de personas hambrientas. Es el momento de actuar muy seriamente sobre el tema porque todos esos avances que habíamos obtenido durante quince años están en peligro. Es mucho más fácil mantener los logros que perderlos y tener que buscarlos de nuevo. Realmente es el momento de actuar con mucha más energía que lo que se está haciendo en este momento.
¿Qué tanto influyen todos estos cambios políticos que suceden en América Latina para que los problemas del hambre se multipliquen y se conviertan también en elementos de presión y de estrategia politiquera?
Es obvio que en muchos casos el hambre no tiene que ver con la escasez directa de alimentos. Es decir, no es que no haya alimentos sino que la razón por la cual la gente no los tiene es porque la gente no puede acceder a ellos, ya sea porque están muy caros o porque no consigue dinero suficiente o porque a veces un Estado nacional funciona tan mal que desbarajusta toda la situación y hace que se vuelva muy difícil acceder a la comida. Ha habido muchos casos en la última década y ahora mismo lo primero que se nos viene a la cabeza es el caso de Venezuela, un país con una riqueza considerable donde la dieta media se ha empobrecido en los últimos años de una forma terrible. El otro día leía un estudio que decía que el 70% de los venezolanos ha bajado siete kilos en los últimos tres o cuatro años, una cosa increíble, sobre todo porque tiene que ver con un Estado que se equivoca, que no sabe cumplir con sus funciones y por lo tanto desabastece a la sociedad a la que técnicamente debería abastecer y cuidar. Así que definitivamente la política es decisiva tanto para que se produzcan situaciones de hambre como para solucionarlas. No hay solución real al hambre que no pase por la conciencia de que podemos hacerlo y de que queremos hacerlo y esa conciencia es política, eso es en esencia ciudadanos que deciden que el problema del hambre les importa lo suficiente como para dedicarle esfuerzos, como para ser más de tres o cuatro cuando hay un problema grave en una región de un país.
El Hambre está hecho de sus historias, y las historias de quienes trabajan en condiciones muy precarias para paliarla, y las de quienes especulan con los alimentos y hambrean a tanta gente. El Hambre intenta, sobre todo, descubrir los mecanismos que hacen que casi mil millones de personas no coman lo que necesitan. ¿Un producto ineludible del orden mundial? ¿El fruto de la pereza y el retraso? ¿Negocio de unos pocos? ¿Un problema en vías de solución? ¿El fracaso de una civilización? El Hambre es un libro incómodo y apasionado, una crónica que piensa y un ensayo que cuenta y un panfleto que denuncia el apremio de una vergüenza sostenida y busca formas de terminar con ella.
[ Google Books ]
Es muy dramático saber que en el mundo hay suficiente producción de alimentos para abastecer a la gente que padece hambre, pero parece que a nadie le importara esa situación...
El tema es así. Por primera vez en la historia de la humanidad, hace 30 o 40 años, conseguimos producir suficiente comida para todos. Esto no había sucedido nunca, siempre habíamos sido incapaces de producir todo lo que la humanidad necesitaba, pero ahora con los avances técnicos que hubo durante las décadas de los sesenta, setenta, ochenta, ya sí podemos. Somos más de siete mil millones de personas y el mundo puede producir alimentos para doce mil millones, esto refuerza lo que decía hace un momento, el hambre no es un problema técnico, es un problema político, económico, de distribución de esa riqueza. Tiene que ver con que algunos concentran tanta de esa riqueza que a otros no les queda suficiente. Eso se verifica de muy distintas maneras. Hace poco recordaba con una amiga el tema del maíz o la caña usada para combustible y cómo eso empezó en Estados Unidos. Allá estaban produciendo tanto maíz que el precio bajaba demasiado porque estaban produciendo tanto que no era rentable, entonces hicieron mucha presión sobre el gobierno para que se obligara a poner en la gasolina un 10% de etanol producido por el maíz, con lo cual los precios subieron porque la demanda aumentó mucho. Esa es una clara decisión política, cuando el precio del maíz sube entonces hay gente en México y Guatemala que ya no puede comprar la tortilla que comía todos los días. Y digo que es una clara decisión política la de usar ese excedente de maíz para el combustible y por lo tanto para que suban los precios, porque lo hacen de esa forma en lugar de decir ‘bueno hay mucha gente que lo necesita, qué bueno que es barato, repartámoslo’. Así es que se concentra esa riqueza y aunque se produce comida para todos, no todos comen.
¿Es posible que la corrupción que se ha destapado en América Latina esté opacando las cifras de personas que mueren de hambre en nuestros países?
Yo creo que el tema de la corrupción en este momento es muy preponderante. Todos estamos muy atentos a la corrupción y está bien que lo estemos, pero el peligro de eso es olvidar las cuestiones más estructurales. Daba el ejemplo de los combustibles y en eso no es la corrupción lo que hace que ese maíz ya no pueda ser comido por quien lo necesita, y eso es una cuestión de estructura no de que alguien haya hecho una trampita o le haya dado diez millones a otro para que le consigan algún favor. A veces parece que pusiéramos todo el peso de nuestros problemas en la corrupción y esta es una parte significativa, pero no central de las causas de estos problemas.
Usted también ha advertido cómo las guerras son un elemento fundamental en las causas del hambre. En Colombia estamos viviendo un posconflicto y se habla mucho del regreso del campesino a sus tierras arrebatadas por la violencia. ¿Usted percibe que al campesino no se le da el estatus que debería tener por el significado que tiene para la productividad alimentaria de un país?
Esto puede parecer tonto, pero a mí me impresiona mucho el lugar tan secundario, tan desdeñado que ocupan en general los campesinos en nuestras sociedades cuando en definitiva comemos porque hay campesinos, de lo contrario no lo podríamos hacer. Hay una cosa básica y es que ellosproducen los alimentos de los cuales todos vivimos y sin embargo, en general, nos parecen una parte retrógrada, arcaica de nuestras sociedades y los despreciamos con epítetos de que son como brutos, que no progresan, que no mueven nuestras sociedades…. Bueno, sin ellos no habría sociedades.
¿Qué tanto lo cambió escribir un libro sobre el hambre?
He pasado una buena parte de los últimos tres años hablando de este tema. Lo que quiero decir es que llevo tres años hablando de este tema. En ese sentido, el más superficial, es que quise escribirlo para que se hablara un poco más de eso, sin ninguna expectativa, de hecho creí que no lo iba a leer nadie. Sin embargo, sentía que debía hacerlo. Mi posición al escribir el libro era tratar de contribuir en lo que se pueda para que se hablara del asunto. Tal vez me volví más militante de lo que era, en ese sentido me cambió. El mundo es capaz de alimentar a todos, pero esa capacidad alimentaria se concentra en unos pocos. Los mecanismos son dañados, el de la carne quizás es el más claro. Sabemos que para producir una proteína animal se necesitan diez veces más vegetales, sólo para producir un kilo de vaca se necesitan diez kilos de cereal. Esto es una manera muy tosca o esquemática de cómo funciona ese proceso de concentración que no es justo para todos.
¿Cuáles serían sus propuestas para acabar con el hambre en el mundo?
Yo creo que lo principal es que nos tomemos en serio el problema, que nos convenzamos que es nuestro problema. El lío con el hambre en general es que siempre les sucede a otros, pensamos que no nos sucede a nosotros. Nos parece siempre lejano y nos desentendemos. Solo se va a solucionar el problema de la distribución de los alimentos en el mundo cuando muchos millones de ciudadanos nos convenzamos de que es nuestro problema y nuestra vergüenza, en ese momento comenzaremos a buscar las maneras de solucionarlo. La solución técnica no es difícil, lo complicado es la decisión política de hacerlo, para eso se necesita que muchos millones de personas lo queramos.
Por Gerardo Quintero | Editor Nacional
Esta chef cartagenera no le teme a nada. En la cocina creó su “plástica contemporánea culinaria” con ingredientes tradicionales. Reconocida por muchos y poco entendida por otros, se ha convertido en la mejor chef de Colombia