La violencia según Gustavo Álvarez Gardeazábal

November 20 de 2018

El escritor vallecaucano, célebre por el libro Cóndores no entierran todos los días, habló con SEMANA RURAL sobre los conflictos que se vivieron en Tuluá y las nuevas violencias que aparecieron luego del acuerdo de paz entre gobierno y las Farc..

La violencia según Gustavo Álvarez Gardeazábal

| El escritor de Cóndores no entierran todos los días publica su nueva novela: Las guerras de Tuluá. | Por: Juan Carlos Sierra


Por: Gerardo Quintero
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A los 73 años, cuando muchos escritores están resguardados en sus cuarteles de invierno, el vallecaucano Gustavo Álvarez Gardeazábal sigue dando guerra. De hecho su vida ha sido una batalla continua. La rebeldía que lo caracterizó en su juventud sigue intacta. De los cortos libros anárquicos que escribía cuando era estudiante de la Universidad del Valle pasó a las grandes obras que han contado un trozo de la historia violenta del país que le tocó vivir. Siempre controvertido y locuaz, dice que él no casa polémicas. “A mí me llegan”.

Su novela más conocida, Cóndores no entierran todos los días, le dio la vuelta al mundo. Ayudada por la versión cinematográfica (que cada día que pasa le gusta más), la obra se volvió un ícono del periodo de la violencia,  de la que, como dice el escritor, “todavía no logramos abandonar”.

Sin restricciones a la hora de opinar de lo divino y lo humano, Gustavo Álvarez sigue siendo un provocador. Como cuando fue gobernador del Valle (1998-2001) y algunos osaron cuestionarlo por haber sido uno de los pocos políticos colombianos que ha confesado abiertamente su homosexualidad. “Yo no voy a gobernar con el culo sino con la cabeza”, fue su antológica respuesta que quedó para la posteridad.

Nos recibió en un restaurante de Nariño, un corregimiento cercano a su natal Tuluá, donde transcurren algunas de las 20 historias que componen su nuevo libro Las guerras de Tuluá. Con la calidez que lo caracteriza, su voz fuerte, esa lengua mordaz, el apunte fino y el humor negro que lo distingue contestó todo lo que se le preguntó. A Gardeazábal, como lo conocemos en el Valle del Cauca, se le ama o se le odia, porque con él no hay medias tintas. Sigue siendo el gran gurú de la política regional y hasta su finca El Porce siguen llegando los aspirantes a dirigir los destinos de la Alcaldía de Cali o de la Gobernación del Valle para que los oriente o los desanime.

No son pocos a los que el escritor ha desplumado y les ha aconsejado que no se metan en el ‘berenjenal’ de la política que él conoce de cerca. No hay que olvidar que fue alcalde de su municipio dos veces y que sacó una de las votaciones más altas que se recuerden cuando fue elegido gobernador del departamento.

No es políticamente correcto, dice lo que le da la gana y no le debe nada a nadie. Tal vez allí está su gran secreto para seguir vigente. Ahora está feliz porque desde los más diversos lugares como Bogotá, Pamplona, Ibagué, Cali o Cartagena llegan buses cargados de estudiantes de distintas disciplinas que vienen a estudiar su obra. Esa misma que se compone de otros clásicos de la literatura colombiana como El Bazar de los idiotas, El divino, La boba y el buda o más recientes como El resucitado o La misa ha terminado. “No he dejado de ejercer el oficio ni he dejado de tener lectores”, me dice Gardeazábal mientras relata con la emoción de un niño una visita reciente que lo dejó feliz. Treinta y dos señoras mayores llegaron desde el barrio Meléndez, un sector popular de Cali, con el propósito de conocerlo y poder conversar con él sobre la tragedia que se esconde en Cóndores no entierran todos los días. “Ese calor humano que todavía despierto, a esta edad sí que significa”, remata su reflexión.

Crítico del poder en todas sus expresiones, no tiene barrera a la hora de arrojar todo su fuego contra el alcalde de Cali, Maurice Armitage, el presidente Iván Duque o lo que él llama la oligarquía caleña.
 

El escritor tulueño ha sido alcalde de este municipio en dos ocasiones. © EDWARD LORA


 

SEMANA RURAL conversó con un escritor que vive en función de reinventarse. ¿Dónde está su secreto? “El éxito de tener lectores es poderle ayudar al lector a pensar lo que yo creo que debe pensar. Tengo que forzar la imaginación para encajar la realidad”

 

¿Ha tenido tantas guerras Tuluá que da para escribir un libro?

Este es un texto que trata de hacer un equilibrio entre historia y ficción, entre realidad e investigación, entre invento y sonrisa, y como tal no se puede decir que el uno sobresale sobre el otro. Hay un punto común: los rezados de Nariño, un corregimiento de Tuluá que albergaba la hacienda El Sauzal y alrededor de ella se dio la primera guerra en Tuluá contra el cacique Burrigá, y también se da el ultimo de los asesinatos en la guerra que ahora se libra en las calles de Tuluá. Pienso que este libro, si usted es de Tuluá, tiene que leerlo por obligación. Y si es vallecaucano por orgullo, también, para que aprendamos la historia que no nos han querido contar, que es exactamente lo que hacemos los novelistas.

 

¿Cuántas guerras se quedaron sin contar?

Creo que lo que hice fue un compendio de las guerras que yo he contado. Cuando escribí Cóndores no entierran todos los días yo estaba ilusionado con que al escribirlo aquí no fueran a molestar más, pero lo primero que hicieron fue repetir la guerra tres veces entre Cóndores que salió hace 48 años y ahora. ¿Por qué se lee Cóndores? Se estudia y cada vez se hacen más ediciones porque lo que está contando es la misma historia que aquí se repite permanentemente disfrazada de una cosa y de la otra, pero que en realidad es lo mismo. Tal vez por eso ha gustado el libro, porque comprende relatos de historia interesantes.

 

¿En qué momento le empieza a apasionar el tema de la violencia?

Uno puede escribir sobre lo que uno se imagina, sobre lo que ha leído y quiere transformar o sobre lo que ha vivido, y no es que mis libros sean autobiográficos, pero es que yo nací en Tuluá y viví mi infancia y adolescencia allá (que es cuando uno se marca verdaderamente en la vida). Entonces, yo lo que hice fue contar lo que viví. Simplemente estoy retomando la historia. Nací en la guerra, he vivido en periodos de guerra, fui alcalde de Tuluá en unos de los momentos más calientes de la historia y he seguido sobreviviendo pese a los intentos que hicieron por matarme.

 

¿Pero no hay como una especie de fascinación con la violencia?

En toda parte hay gente mala, lo que pasa es que aquí nos da vergüenza. En México, Pancho Villa es un héroe y era un bandido de siete suelas. Aquí el alcalde de Medellín esconde a Pablo Escobar en vez de ponerlo para el turismo y cada que hay un turista él va y lo persigue. En México, Zapata era un marihuanero pleno y es un héroe. Aquí nos da vergüenz. Entonces, por eso no hubo novela de la violencia sino libros que querían contar lo que había pasado porque había censura de prensa y no lo dejaban contar (la censura de prensa es ahora con la mermelada).

Yo tengo un fólder de las columnas que a mí me censuraron a lo largo de 52 años de columnista y solo tengo un fólder aparte con las que me censuró Rodrigo Lloreda. Yo por eso lo aprecié tanto a él, porque tenía la berraquera de mandarme una notica que decía: “Esto no se puede publicar porque es peligroso”. “En este periódico este señor no puede ser mencionado”, y firmaba: Rodrigo Lloreda Caicedo. Eso se llama tener cojones y al Valle le hizo mucha falta cuando se murió.

 

Gustavo Gardeazábal publica columnas y contenido de opinión en sus redes sociales y medios como el diario ADN. © EDWARD LORA


«Yo no escribo con lo que a mí más me gusta o con lo que menos me gusta. El mejor crítico literario es el paso del tiempo. Es decir, lo que resiste el paso del tiempo y eso fue lo que pasó con Cóndores, que lo escribí hace 48 años y soy en este momento el único escritor vivo que se da ese lujo de verlo todavía vendiéndose, editándose y estudiándose después de 48 años de haberlo editado».


 


Una de las historias más impactantes es la de los rezados de Nariño, su relación con el cacique Burrigá y cómo esa leyenda se extiende hasta el presente...

Fusilan a un fulano de tal (su nombre está ahí), porque había matado a su moza y es el último fusilado que hay en Tuluá por pena de muerte. El cura está ahí pendiente y narra su muerte. Comienza contando cómo le hacen la primera descarga y aun así el tipo no cae. Le dan la segunda descarga y sigue sin caer, y dice que el hombre daba señales que parecían diabólicas. Después de eso, cuenta el padre que los hombres dijeron: “Desnúdenlo y no le disparen al pecho”. Pero cuando lo desnudaron se dieron cuenta de que el tipo tenía una placa de metal y entonces dijeron: “Dispárenle a los genitales”, logrando que al tercer intento sí muriera.

Todos los rezados de Nariño tienen todavía una placa. El último fue hace dos años y está vivo en la cárcel. El cacique Burrigá también tenía la placa y otro más que es por el que siempre preguntan, el duque de Wellington, un general inglés que combatió a Napoleón en las campañas de 1809. En Tuluá él asentó a comienzos del siglo XIX a dos miembros de la familia White y de ahí provienen los Uribe White. Tener una carta del duque de Wellington en Tuluá en esa época daba más que prestigio, y aún más en un pueblo tan pequeñito. Entonces, el señor White pasaba la voz de que la tenía.

Me busqué dónde más había ingleses en esa época en Colombia, entre 1800 y 1809, y me leí la biografía del Duque de Wellington. Encontré ingleses en Riosucio, Marmato y en otro pueblo del oro. Como había un grupo de ingleses en las minas de Riosucio, hice venir al duque de Wellington a que les trajera unas libras esterlinas y cuando el señor pasa por Tuluá, por aquí por el Sauzal lo atracan los indios y a él no le queda más remedio que esconder las esterlinas. ¿Por qué? Porque en el Sauzal se encontró hace muchos años casi 80 baúles con libras esterlinas de plata. Por eso es que se dijo que de ahí proviene la fortuna de otro de los personajes de aquí, entonces como ven es un típico tulueño. Una cosa es verdad, otra cosa es investigada, inventada, recreada y traigo a los personajes para luego volverlos a sacar.

 

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Siempre ha habido una gran rivalidad entre Buga y Tuluá, hasta por la historia...

Tuluá nunca fue una ciudad intelectual. Intelectual fue mi abuelo y el doctor Enrique Uribe White. Entonces, aquí no hubo esa tradición histórica de Buga. Esto era un pueblo de pardos y Buga era una ciudad de blancos. Aquí vivían las mozas de los ricos de Buga. Una de ellas era la dueña del hotel Central en Tuluá en el Parque Boyacá: doña Rosaura Escobar, cocinera experta, de la que todavía hay recetas donde la Chapeta.

 

¿Entonces fue complejo ese proceso de investigación para darle solidez a las historias?

Yo tengo 73 años y me he pasado toda la vida averiguando bochinches. Imagínese, ya casi no quedamos investigadores.
 

 


sad  |  Un fragmento de la adapatación al cine de la novela Cóndores no entierran todos los días de Gustavo Álvarez Gardeazabal. 


 

De acuerdo con lo que usted ha investigado, ¿cuál es el periodo de violencia que más ha afectado a Tuluá?

Queda difícil establecerla porque cada una ha hecho mucho daño. Los blancos de Buga dijeron que habían fundado Tuluá, lo cual no fue cierto porque Tuluá no fue fundado por Juan de Lemos y Aguirre como dice la historia de los señores de Buga. Tuluá era un pueblo de indígenas. Pero buscando orígenes de Tuluá, encontré (creo que ahí lo dice), dos pueblos en Nigeria y uno en Mozambique que se llaman Tuluá. Por eso no tiene nada de raro que algunos de los esclavos negros del señor Bocanegra, que es el suegro de Juan de Lemos y Aguirre y era el dueño de un trapiche en Palomestizo-Nariño, le pusiera Tuluá para fundarlo alrededor de ese trapiche. Sin embargo, me fui a investigar a Chaparral (Tolima) porque allá hay muchos nombres que empiezan por Tulu.

Yo le preguntaba al doctor Víctor Manuel Patiño, el hombre más sabio que ha existido en la historia del Valle del Cauca, que cómo era el asunto. Él me dijo que en el río Tuluá nunca hubo bosque, sino que siempre fueron pajonales, lo que permitía que los pijaos pasaran por el río Moyá y bajaran por el río Tuluá. La guerra del cacique Burrigá debió haber causado mucho daño a los indios y los pijaos causaron mucho daño, porque el pueblo no se pudo armar hasta casi 60 o 70 años después de Buga. Después vienen las guerras civiles entre Tuluá y Buga en los Chanchos y sucede la más terrible de todas las batallas: la guerra de los Chancos en 1876.

A mí de niño me llevaban ahí al Altozano donde se vivió la batalla y nos íbamos a escarbar para encontrar huesos humanos. Parece que fue una masacre espantosa que debió haber marcado mucho a Tuluá porque esta era liberal. Los ejércitos de Trujillo eran liberales y a los que derrotaron fueron a los conservadores de Sergio Arboleda. Imagínese, era alcalde de Tuluá en el momento de la batalla y lo vine a saber hace apenas 10 años, porque aquí no había archivos debido a que los quemó un chafarote. En Buga aparecieron unos documentos firmados por Joaquín Gardeazábal, que era mi tatarabuelo, masón y liberal radical. También estaban firmados por Victoriano Escobar, el secretario, y yo esto lo he venido descubriendo a medida que pasa el tiempo. No sabía, por ejemplo, que mis abuelos habían sido alcaldes de aquí. Yo fui alcalde dos veces y nunca los pude mencionar en la posesión.

 

También recupera la memoria de pueblos cercanos como Barragán, que históricamente han sido asediados por la violencia...

Como esto es investigando, hurgando y descubriendo, las dos masacres de Barragán que se cuentan aquí las estudié. La primera la investigué en la Justicia Penal Militar, y la segunda en el Tribunal de Buga. La primera fue en 1956 y a mí me la había contado el padre Luis Enrique Sendoya, que fue un cura poeta, profesor mío en la Universidad del Valle que después se retiró y terminó de presidente de las sociedades bíblicas unidas en México. Él era párroco en Caicedonia y le había tocado subir a ver las viudas de esa masacre. En esa masacre hubo un periodista que le dijo a un militar de la época de Rojas Pinilla que le habían robado un ganado. Con la marca del ganado que decía que le habían robado, los militares los marcaron a todos sin camisa antes de matarlos en ese frío de Barragán. La segunda es la de los paramilitares, entonces hay de todo un poquito. Me basé en expedientes y en la tradición oral de un pueblo que ha sufrido demasiado.

 

Sus novelas exploran los episodios de violencia propios del norte del Valle. © EDWARD LORA


«Yo llevo como seis años escribiendo y reescribiendo lo que podría ser la primera parte de mis memorias novelares, es decir donde yo pueda darme el lujo de inventar y de ponerle ficción para que no quede la memoria exacta».


 

 

Usted siempre ha sido provocador. Incluso cuando fue alcalde de Tuluá se negó a acatar la famosa ‘hora Gaviria’.

¿Qué no he hecho? Sí he gozado. Yo me enfrenté a Gaviria cuando cambiaron la hora. Hice una batalla y en ese tiempo que no había internet, le escribí a los tres mil y pico de párrocos de Colombia diciéndoles que no se podía cambiar la hora de Dios (yo, un ateo) por la hora de Gaviria.  Que el 31 de diciembre había que celebrarlo a la hora de Dios y no a la de Gaviria. Ese día lo celebré a la hora de Dios y Tuluá entero me obedeció. Ahí me di cuenta de que tenía control sobre mi pueblo.

 

¿Cómo ve al gobierno de Duque en estos primeros cien días?

Es la primera vez que en este país un Presidente se desprestigia sin hacer nada en tres meses. Él se ha desprestigiado totalmente. Nadie le cree sin haber dicho o hecho nada y esto es un problema de comunicación ni el más berraco. Yo he visto fracasos de esas cosas que hacen cada semana para imitar a Uribe. La gente va y se queja y no hay nadie que apunte lo que están pidiendo ni nadie que resuelva.

Yo le estuve ayudando a una periodista a averiguar en tres sitios en donde había ido para los Talleres Construcción de País. En ninguno de los tres ni siquiera habían llamado a los alcaldes a escuchar sus quejas.

Duque tampoco manda en el Congreso. Uribe por Twitter les dice a los generales: “Ustedes no se asoman, cogieron a fulano, están cerrado tal carretera”. Es Uribe el que avisa a los generales. Ahora, ¿por qué Uribe avisa por el Twitter y no los llama? Vale la razón para estar molesto porque son generales santistas. Hace poco salió en las Dos Orillas un artículo de Luigi Echeverri. Él es el que es porque el único puesto que ha desempeñado Duque en la vida es haber sido maletero de Luigi siete años en Washington. Él lo manda igual. Hay que leer para ver lo que se viene. Bueno, eso es lo que Luigi pretende. Lo que pasa es que yo creo que el tipo se dejó tomar la medida muy rápido y un tipo tan jodido como Vargas Lleras, derrotado y todo, está manejando el Congreso con Uribe.
 


El proceso de paz parece al garate. El gobierno no quiere hacerse cargo y tampoco le interesa. Cada vez asesinan a más desmovilizados y hay una desbandada que está ingresando a las disidencias de las Farc.

El error de la paz que yo defendí es que Santos no logró vendérsela a la mitad del país. La mitad no aceptó esa paz, y al parecer la mitad de las FARC tampoco, porque las disidencias están creciendo y a eso súmele los gaitanistas y los elenos.

Entonces, ¿hicieron el pacto con quiénes? Con unos viejos barrigones que ya tienen una pata afuera, eso parece. ¿Y por qué no hacen la guerra? Porque los generales son santistas. Ustedes que averiguan tanto, ¿qué saben de es versión que hay en Tumaco de que Guacho fue un invento? Que el verdadero era David (y la foto que publicaban era de David). Por eso cuando sacaron la foto de David muerto dijeron que era Guacho, que el real era David y que el Guacho era un invento para poder embolatar a los ecuatorianos. Eso es lo que están diciendo.

 

¿Usted dice que el presidente tiene un serio problema de comunicación o será que no le están copiando ni siquiera los de su propio partido?

No sé, además como el esquema con que funciona la comunicación del gobierno de Duque consiste simplemente en cambiarse de camisa, entonces la reforma tributaria ya no se va a llamar reforma tributaria sino ley de financiamiento. Y ya no va a volver trizas la paz, sino que será una restructuración del pacto. Al estilo gringo, que simplemente cambia. Han visto en Cali cómo está estructurada la campaña de Alejandro Eder. El tipo se lanza al estilo gringo por adelantado y para él lo más importante era mostrar que había embarazado a la mujer.

 

Y el país encendido. Los estudiantes en la calle exigiendo más recursos para las universidades...

Los estudiantes estaban frenados. No pudieron hacer nada durante los tres últimos años de la dictadura económica de Cárdenas, que fue la que les quitó la plata. Se las arrebató del presupuesto. Todos los que manejan la influencia sobre los estudiantes, que son de la izquierda, tenían que quedarse callados porque estaban en el proceso de paz.  Levantado ese retén tenían que salir a lo que están saliendo.

Históricamente son ellos los que han obligado a los cambios. Nunca les dan un bombón. Mire el 8 y 9 de junio de 1929: los estudiantes salieron (y no eran muchos) a protestar contra el presidente Abadía Méndez. Ya había pasado lo de las bananeras y un poco de cosas. Era un gobierno conservador. Una hegemonía de 40 o 50 años. En dos años se cayó Abadía y se salió del partido conservador. Esos fenómenos tienen una evolución histórica, repetida y se deben de dar. El problema aquí es que ahora todos tienen smartphone, lo que vuelve directa e irresponsable a la comunicación. Nosotros no hemos vivido un cambio de país con este nuevo aparato, pero lo vamos a vivir y dentro de muy poquito.
 

¿Qué van a lograr los estudiantes?

El gobierno lo único que aspira es engañarlos, porque la plata que les va a dar no es para funcionamiento. Ahora, es verdad que hay universidades muy mal administradas, pero es que le quitaron la plata a las que ya tenían acostumbradas. Es lo mismo que va a hacer el alcalde Armitage en Cali con los bomberos.

 

» Aquí podrá ver el perfil de Twitter con algunas de las opiniones de Gustavo Álvarez Garedeazabal: 


El último libro publicado por Grdeazábal retoma las historia de violencia de su municipio.

 


Algunos de sus libros

Condores no entierran todos los días.

La boba y el buda.

Pepe Botellas. Plaza & Janés

Prisionero de la esperanza

La mira ha terminado

 

POR: Gerardo Quintero | Editor nacional
@Gerardoquinte


 





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