Las comunidades y organizaciones campesinas, así como otros sectores sociales y académicos que apoyamos los acuerdos de paz y su obligada implementación, tenemos razones y argumentos suficientes para expresar profunda preocupaciónpor el incumplimiento del gobierno y el precario avance de los acuerdos. Particulamente por el que es considerado uno de los puntos más importantes de estos: La Reforma Rural Integral (RRI), cuyo objetivo central es la transformación estructural del campo colombiano.
El seguimiento a la implementación de los acuerdos le fue encomendado, de común acuerdo entre las partes, al Instituto Kroc de Estudios Internacionales de Paz de la Universidad norteamericana de Notre Dame. Del mismo modo, la Comisión Internacional de Verificación de los Derechos Humanos en Colombia y el Observatorio de Implementación a los Acuerdos (OIAP) coinciden en que estos avanzan lentamente y sólo se ha logrado implementar, de manera desigual, en un 18.5%.
Puntos centrales de la RRI, como el acceso y uso de la tierra, sólo presenta un avance de un desilusionante del 2%, los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET) 9% y los Planes Nacionales de Reforma Rural Integral (PNRRI) tan sólo un precario 4%. El Plan Nacional Integral de Sustitución de Cultivos Ilícitos (PNIS) refleja los mayores desarrollos con un 12% (que como se conoce está estrechamente relacionado con el punto 1 de RRI de los acuerdos).
Ahora bien, ¿qué tipo de explicaciones tiene semejante retraso?, ¿por qué tanta lentitud? Estas preguntas son especialmente válidas teniendo en cuenta que se tratan de los puntos más álgidos de las múltiples problemáticas rurales que tiene el campo colombiano, algunas de las cuales forman parte de las causas que dieron origen al conflicto armado interno que vive Colombia desde hace más de medio siglo.
Una aproximación a las respuestas de las anteriores preguntas podrían ser las siguientes:
El panorama antes descrito coloca a la Reforma Rural Integral para transformar el campo colombiano en una verdadera encrucijada. Por esta razón, el único camino que queda es persistir en la defensa de los acuerdos como uno hecho histórico sin precedentes al cual hemos llegado para crear las condiciones y retomar el camino para construir una paz verdadera, estable y duradera. Una paz que demuestre la real voluntad de iniciar un proceso sostenido para resolver los problemas estructurales que nos agobian desde muchas décadas atrás.
El actual momento, nos llama a defender los acuerdos, promover las más variadas e imaginativas acciones colectivas, al fortalecimiento de las organizaciones, la movilización de las distintas expresiones organizadas y no organizadas de la sociedad para evitar que nos quiten el sueño de construir una Colombia en paz. El objetivo es lograr un país en el que podamos convivir todos y en el que el interés público y el bien común se sobrepongan a los intereses individuales, de grupo, gremio o empresas que no se comprometan con ellos o que convierten al Estado en un patrimonio privado para satisfacer sus intereses políticos y económicos.
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POR GABRIEL TOBÓN | @GabrielTobon3
Profesor-Investigador de la Pontificia Universidad Javeriana.
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