A dos horas de Leticia, sumergidos en la selva, se encuentran los ticuna, de San Pedro de los lagos, una de las comunidades indígenas más antiguas y apartadas del Amazona colombiana. A pesar de ello, sienten peligro de perder sus tradiciones por la llegada del celular y la modernidad. .
| Luis tapa su cara con hojas de chambira, planta utilizada por los Cocama anteriormente para fabricar sus vestidos. Esta hoja es utilizada actualmente solo para hacer hamacas. | Por: Ovidio González
Mientras mira con pesar la pantalla rota de su celular, Luis me cuenta sobre su vida. Hace varios años trabaja organizando salidas ecológicas para turistas cerca de Leticia, capital de Amazonas. Puede que busque y atrape culebras y arañas en la selva, pero también es amante de la tecnología, por eso su frustración ante un teléfono inservible. Llegó a San Pedro de Los Lagos para esposarse con Hilda, la menor de una pequeña comunidad Ticuna de diez hermanos. Ya tienen ya dos hijos y viven en la casa del Abuelo Pedro y Matilde, los miembros más viejos de la comunidad.
Viven sumergidos en la selva, a dos horas de la capital del departamento. Están apartados de la civilización occidental, de los rascacielos, las tiendas y la internet. Viven rodeados por la quebrada Yahuarcaca y basan su economía en la pesca y la agricultura, especialmente de chagra, que es la yuca amarilla o yuca agria. Con ese ingrediente preparan fariña, una molienda que ponen en un horno artesanal gigante. Es suficiente para alimentar a los habitantes de estas diez casas, que alojan a diez hijos con sus familias. Contando niños y adolescentes, ya pasaron los 70 habitantes.
En varias casas de la comunidad de San Pedro de Los Lagos hay televisión por cable e internet. La señal es muy débil, pero les alcanza para ver noticieros. © OVIDIO GONZÁLEZ
Todavía hay limitaciones en la comunicación, pero en las profundidades de la selva amazónica ya es posible tener acceso a energía eléctrica, señal de celular y hasta televisión por cable. Por eso algunos ticunas más jóvenes tienen contacto con el mundo exterior y aspiran a descubrirlo, incluso a entrar a la universidad. Atrás quedaron los días en que las noticias llegaban con días de retraso, cuando había que caminar por horas para llevar un mensaje, pero esas ventajas tienen un precio en la selva, al menos eso creen los Ticuna de vieja guardia.
Cuando el nivel del agua está muy abajo, la única manera de poder transportarse, ya sea para ir al trabajo, hacer mercado o ir al centro de Leticia es caminar en medio de la selva. © OVIDIO GONZÁLEZ
Luis —El adulto más joven de la comunidad—, me cuenta entre risas: “Dicen que el hombre que coge culebras y tarántulas queda maldito por siempre, que todo aparato que cae en sus manos se daña, y es verdad, yo compro y compro celulares y si no se dañan, se pierden”.
En San pedro de Los Lagos se están modificando las costumbres. Por ejemplo, la Yanchama, el traje típico que recibe su nombre por el árbol donde se extrae el tejido, permanece en lugares sagrados para la familia. La Yanchama es hecha con la fibra de chambria, con la misma con la que fabrican hamacas, bolsos y todo lo que puedan comprar los pocos turistas que llegan hasta este lugar.
El indígena Ticuna es especialmente agradecido con la tierra y con el agua. Su conexión con la naturaleza no se ha perdido. En estas casas se cocina con leña y las frutas exóticas acompañan las sobremesas, un manjar de todos los días que ahora se disfruta con el noticiero del mediodía, como en cualquier otro rincón del país.
Las artes ancestrales de la caza y la pesca son ahora enseñanzas primordiales para los niños Neoticunas. Los más pequeños van al jardín y aprenden los números y el alfabeto español, los más grandes van a la escuela y reciben nociones de matemáticas, física y química. Graduarse del colegio implica tratar de acceder a becas para programas de universidades públicas. La puerta de entrada a una vida todavía más occidental.
Los Neoticunas llevan unos 20 años permeados con más fuerza por la occidentalidad, sus familias se parecen más a las de la Colombia tradicional y patriarcal del último siglo. Los hombres trabajan, las mujeres se encargan del hogar y los chicos van a estudiar.
Me sorprendió ver que Luis tuviera tatuaje, para los Ticuna eso es una señal de castigo. Luis, al ser indígena cocama, sí puede llevarlo. También visten camisetas de equipos de fútbol de otras latitudes, zapatillas Nike, bolsos y morrales modernos. «Me voy a comprar el celular de la manzanita, ese es fino y tiene buena cámara», dice Luis. Con la tecnología llega la información y, a la larga, son buenas noticias, pues el acceso a ella es considerado un derecho.
«MI PRIMER TATUAJE FUE EL NOMBRE DE MI HIJO»
Luis
Las mujeres de la comunidad indígena Tikuna, de San Pedro de los Lagos, son las que se encargan de la preparacióm de la alimentación para sus hogares. © OVIDIO GONZÁLEZ
-TRADICIÓN Y CREENCIA AMAZÓNICA-
Cuenta la leyenda que Yoí –el primer padre sobre la tierra–, empezó a sacar como peces del agua a sus hijos Ticuna, era tan grande su alegría que se sintió pleno y vio con orgullo trabajar y convivir a sus hijos en la selva y el río. Yoí se dio cuenta que necesitaba organizar a sus hijos y se le ocurrió una idea. Tomó una olla gigante y preparó una sopa con todos los animales de tierra, aves y peces también, la llenó de todos los sabores que existen y luego invito a sus hijos a probar el festín.
Los puso en una fila a probar la sopa, y les preguntó: ¿A qué te sabe? –como los Ticuna esta organizados territorialmente por clanes, y de ello depende su actividad económica y su personalidad–, cada hijo respondió, y dependiendo su respuesta Yoí lo bautizó como hijo de ese Clan.
La tierra y el agua trasmiten su energía al hombre Ticuna, es el lazo más fuerte. Cada individuo de la comunidad tiene asignado un árbol, que crece y se mantiene en pie dependiendo de la salud de su dueño, las aguas jamás dejan de producir alimento y la tierra siempre les brinda su chagra.
La hermosa selva Amazónica no solo es el lugar con mayor diversidad del planeta, y cuna de uno de los ríos más grandes del mundo, también el hogar de los Ticuna, divididos en clanes: como aves, culebras cascabel, tigres, paujiles y arús.
Cada vez que vuelvo a la ciudad, mis manos se tiñen de uito -gena amazónica- y por algunos días me convierto en un hermano Ticuna, así será mientras el mundo occidental lo permita.
Luis y su hijo Leigar viajan en canoa por el río Yahuarcaca. Los recorridos fluviales facilitan el transporte de viveres y el viaje entre los pueblos de las comunidades indígenas. © OVIDIO GONZÁLEZ
-TICUNAS EN INSTANTÁNEAS-
El último día acudí a mi propia tradición, la de la cámara análoga, para capturar en estas instantáneas a los protagonistas que me abrieron sus puertas e hicieron posible este trabajo. Usaron sus trajes tradicionales para estos retratos.
OVIDIO GONZÁLEZ SOLER
| Fotos, textos y voz
Bogotano. Es fotógrafo documental. Formado desde la escuela del Diseño y las Artes Gráficas, graduado de la Escuela Tecnológica Instituto Técnico Central la Salle y formado en el área de la fotografía en la Universidad Nacional. Encontró en la fotografía su mejor herramienta para contar historias. Se especializó en Fotografía Documental y Fotoperiodismo en Colombia y en México. Sus proyectos giran alrededor de la cotidianidad, siempre impregnados de temas sociales y políticos. Su trabajo ha sido premiado y publicado en diversos medios nacionales e internacionales.
Durante un día completo el fotógrafo Sergio Ríos Mena acompañó la cotidianidad de Luisa Perea, una mujer afro, víctima del conflicto, quién desde hace 3 años conformó una escuela de baile de bullerengue porque cree que es la mejor forma de construir paz en medio de la violencia que aún vive el Urabá.