Monseñor Rubén Darío Jaramillo advierte que el narcotráfico y la corrupción están afectando gravemente al distrito. Pide a todos los sectores de la comunidad bonaverense dejar el egoísmo y trabajar unidos..
| Monseñor Jaramillo llegó a Buenaventura el 12 de agosto de 2017. | Por: Gerardo Quintero
Dice que está contento, que ha aprendido a comer pescado en todas sus formas y que le encanta la felicidad de este pueblo, que está por encima de sus propias desgracias. A pesar de que hace nueve meses le correspondió reemplazar a Héctor Epalza, uno de los pastores más queridos que ha pasado por Buenaventura, monseñor Rubén Darío Jaramillo no ha sido inferior al reto.
Gracias a su carisma y a que, al igual que a su antecesor, le gusta llamar a las cosas por su nombre, este prelado más paisa que la arepa se ha sabido ganar el corazón de los habitantes de esta esquina del Pacífico. En entrevista con SEMANA RURAL, Jaramillo no dudó en poner el dedo en la llaga de los problemas de Buenaventura y en advertir que los egoísmos que hay en todos los sectores entorpecen el desarrollo de obras en el distrito.
| FOTO: Gerardo Quintero
¿Cómo se siente ahora que está cerca de cumplir su primer año en la ciudad-puerto?
Cuando llegué a Buenaventura el 13 de agosto de 2017 los periodistas preguntaron que cuál era mi programa de mandato y qué iba a hacer. Les dije que no tenía nada de eso. Mi programa es la luz de Cristo. Yo vine a servir y a amar a Buenaventura. Sería irresponsable traer algo para desarrollar porque, ante todo, somos pastores. Los que cuidamos las ovejas (espiritualmente hablando). La iglesia ahora está haciendo una reflexión sobre el papel que debemos cumplir en la ciudad y hemos llegado a la conclusión de que tenemos que acompañar al pueblo de Dios, en las buenas o en las malas.
«La última institución en irse sería la Iglesia. Aquí estaremos así nos amenacen, nos maten o le resultemos incómodos a muchos».
Monseñor Epalza, su antecesor, recibió múltiples amenazas por sus denuncias. Ahora, también el padre Reina. Hay mucha gente en Buenaventura a la que le resulta incómoda la iglesia Católica...
Hay un principio que dice que lo recto resulta muy incómodo para lo torcido. A las personas que quieren vivir en la corrupción, en las amenazas, en el crimen, en el odio, les resulta muy incómodo que haya entidades que estén proclamando la verdad, la justicia, el respeto, el cuidado del medioambiente, la cultura. Hay mucha gente que no quiere que se hable de eso porque solo ven a Buenaventura como un productor de dinero.
¿Cuáles son los principales problemas que a usted le preocupan hoy de la ciudad?
El primero es la corrupción generalizada. Sin corrupción este distrito tendría los medios para vivir dignamente y desarrollar proyectos de envergadura, pero la corrupción no deja. El segundo gran problema se llama narcotráfico, el cual permea todas las instancias. Compran todo porque manejan mucho dinero, aumentan los cultivos y las exportaciones de la droga a través de esta región. Buenaventura se volvió un sitio que no solo es paso, sino punto de comercialización de droga en todos los niveles. Con esos recursos entonces se construyen edificios, el comercio aparentemente se desarrolla, pero uno sabe que detrás de eso hay mucho dinero ilícito.
Pero a pesar de toda la riqueza legal e ilegal que circula, en el pueblo todavía se percibe mucha pobreza…
Los empresarios ven a Buenaventura como una gran empresa para que les produzca mucho dinero, porque los grandes dueños del puerto no son de aquí, son de Bogotá. Ellos tienen unas líneas de apoyo a través de fundaciones y cumplen, digamos, con su misión empresarial desde ese punto de vista, pero ellos saben que no pueden influenciar directamente en las decisiones del distrito y en eso también hay que entenderlos. Si un empresario quiere hacer una cosa grande en Buenaventura lo primero que le van a decir es: ‘¿Cuánto me va a tocar a mí para poder darle permiso?’.
«Aquí muchas empresas quisieran aportar, pero se encuentran con la extorsión no solo de las mafias ilegales sino también de los dueños del terreno y de quienes otorgan los permisos. Eso desestimula mucho la inversión»
¿Qué le dejó el paro cívico?
Cuando yo llego el paro ya había pasado, pero hoy noto una sensación en el pueblo y es que como que no va a pasar nada. Hay proyectos, pero la gente quiere ver cosas ya. Debemos tener claro que las grandes transformaciones merecen grandes inversiones y desarrollos y hay que ir despacio. Yo creo que se encendió el switch del vehículo que va a comenzar a mover muchas cosas importantes en Buenaventura, pero no basta con eso. La única manera de sacar adelante este proceso es unirnos el Estado, el Gobierno distrital y la comunidad, esos son tres entes poderosos que solo uniéndose marchan.
Entonces lo que persiste es mucha desconfianza…
Veo muchos egoísmos entre unos y otros porque cada uno quiere llevar protagonismo del que va a sacar adelante el puerto. Mientras sigamos así, vamos a hundirnos en la desesperanza y vamos a apagar esa llamita que se prendió en un momento. El arma que hay de unos es: “Continuamos el paro si esto no marcha”. Pero entonces volvemos a hacer otro paro y otras promesas y entonces hasta cuándo. Hay mucha gente, especialmente los comerciantes, heridos con el paro. No quieren saber nada de eso. Amenazar con él es como intentar matar una mosca con un rifle, puede que mate la mosca, pero también acabaré con mi casa. Si ese es un mecanismo de presión me parece de lo más terrible, no podemos llegar de nuevo a ese estado de confrontación. A veces por hacer un bien destruimos todo y no se trata de eso.
«Hay mucha gente, especialmente los comerciantes, heridos con el paro. No quieren saber nada de eso»
Mucha gente piensa que este acuerdo puede ser el gran ejemplo de que sí se puede hacer algo en el Pacífico. ¿Comparte esa visión?
Sí, porque en la misma situación están Tumaco, Itsmina, Quibdó y toda la zona pacífica. Toda esta región está esperando. Pero es que el Gobierno nacional tiene la intención, los recursos están; el problema para mí es de voluntad política. El papa Pablo VI dijo en un documento de 1967 que lo que hace avanzar o retroceder el desarrollo de los pueblos son las decisiones políticas. Allí está la clave. Si seguimos divididos el Gobierno nacional no va a destinar un peso, porque no va a haber cómo ejecutarlos. Si seguimos polarizados, cada vez va a ser menos el apoyo y vamos a terminar peor que como empezamos.
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