Esta es la pregunta que cuatro meses después de la muerte de Gabriel Rodríguez, conciliador y cafetero de la vereda Cucurucho, en Briceño, se hace la comunidad.
| Los familiares y amigos de Gabriel hicieron esta cruz en el camino, en el lugar exacto donde fue asesinado | Por: Yenifer Aristizábal
No se veía mucho a esa hora. Después de las seis de la tarde, en la carretera que conduce de Travesías a Cucurucho, se impone la niebla sobre las montañas de Briceño, en el norte de Antioquia. Gabriel Rodríguez, de 39 años, iba por esta ruta junto a Wilder Areiza y William Arboleda después de recibir 4 millones de pesos por parte del Gobierno para seguir cultivando otros productos en lugar de coca.
La sustitución está en marcha. En ese municipio se han erradicado voluntariamente más de 550 hectáreas de la mata fluorescente y, en un enorme esfuerzo por vivir en la legalidad, los campesinos han empezado a sembrar casi 30 productos diferentes, entre ellos café. Justamente, ese era el cultivo al que Gabriel había dedicado su tiempo en los últimos meses. Para mantener en marcha su nueva producción, el pasado 24 de mayo fue a recibir el segundo de los doce subsidios junto a dos de sus amigos.
Después de hacer el mercado en el pueblo, los tres hombres, que viajaban en sus mulas, se detuvieron en la tienda ‘El amigo’, en pleno centro de Travesías, y tomaron varias cervezas. Regresaron a su vereda cuando empezaba a oscurecer, en medio de las maleza y las trochas mohosas del camino a Cucurucho.
Centro de Travesías, Briceño. © YÉNIFER ARISTIZÁBAL
Una disidencia de las Farc es la 'dueña' de ese camino, de la montaña y hasta del mismo Briceño, como se escucha en la región. Se trata del Grupo Armado Residual del Frente 36 de las Farc. Paradójicamente, esa tarde Gabriel y sus amigos no se toparon con ellos, sino con una pequeña patrulla de seis soldados cuya tarea era perseguir a los bandidos. Parecían buenas noticias.
Gabriel Rodríguez y El Moro. © ILUSTRACIÓN DE CARMELA CUÉLLAR BEDOYA
—“Buenas tardes”, saludó Gabriel al bulto entre la niebla espesa, apenas a medio kilómetro de Travesías. Nadie le devolvió el saludo, en cambio, recibió los impactos de bala de un fusil de asalto Galil que sostenía un soldado del Batallón BAJES número 4. Fueron sus últimas palabras.
Las bestias se alebrestaron con los disparos y sus amigos cayeron al piso. Al cabo de unas horas, a unos pasos del cuerpo de Gabriel, quedó también el de El Moro, la mula que por años lo acompañó y que agonizó en la escena hasta entrada la media noche.
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Ignacio Jaramillo, cuñado de Gabriel y líder municipal, recibió la llamada a las 7 de la noche; apenas alcanzaron a decirle que Gabriel había muerto, sin darle detalles de cómo pasó. Llegó al lugar en menos de una hora. Pensó que había sido un intento de atraco, pero cuando estuvo frente a la escena vio que el dinero estaba completo. Antes de entrar en un laberinto de posibles explicaciones, el cabo primero que disparó el arma reconoció ante él y los presentes el error que había cometido.
“El mismo día de los hechos, personal del Grupo Contencioso Administrativo se reunieron [sic] con algunos familiares de la víctima, con el fin de reconocer el daño causado”, explicó el Ejército a SEMANA RURAL, el pasado 12 de septiembre.
«El soldado disparó con su arma de dotación y si a mí no me disparan yo no tengo por qué disparar. No se puede decir que el hombre hizo esto por defensa propia (...) Quienes iban, estaban totalmente desarmados y uno ve que fue un error muy grande y faltó instrucción militar».
IGNACIO JARAMILLO, cuñado de Gabriel
Por la inseguridad y la hora, pasaron más de 15 horas antes de que las instituciones judiciales llegaran desde Yarumal y se hiciera el levantamiento del cuerpo.
Un 'daño incidental'
Los campesinos, afectados y alterados por la muerte de Gabriel, rechazaron la presencia cercana de miembros de la Policía y del Ejército. Días después, hubo manifestaciones en las que se puso en entredicho a Briceño como municipio ‘Laboratorio de paz’.
El Ejército señaló que el asesinato de Gabriel, líder conciliador de la Junta de Acción Comunal de la vereda Cucurucho, obedece a un ‘daño incidental’ por parte de las tropas del Batallón de Artillería número 4, que se encontraban “desarrollando operaciones de control territorial en área de injerencia del Grupo Armado Residual del Frente 36”. En la comunicación, la institución aclara que la unidad nunca reportó como resultado operacional a Gabriel Rodríguez, es decir, que no se trató de un 'falso positivo', como habían asegurado algunos miembros de la comunidad.
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Lugar de la muerte de Gabriel. © YÉNIFER ARISTIZÁBAL
La espera
Como consecuencia de estos hechos, el 25 de mayo (un día después del incidente) la Unidad Táctica abrió una indagación disciplinaria que se encuentra en etapa de instrucción, según las autoridades. La tropa involucrada fue trasladada a otro sector donde hacen presencia Grupos Armados Organizados.“Por seguridad, no se puede nombrar el sitio”, señala la información ofrecida por el Ejército.
«Más que la parte económica, el Ejército ha cometido el error de esperar tanto tiempo para pedir disculpas y para que los comandantes vinieran a decirle a la familia y a la comunidad de Briceño que ellos reconocen el hecho e irán hasta las últimas consecuencias de este caso. Eso generaría confianza en las comunidades» .
IGNACIO JARAMILLO, expresidente de la Junta de Acción comunal y familiar de Gabriel
“Hasta el momento no ha respondido absolutamente nadie por la muerte de Gabriel”, concluye Ignacio Jaramillo.
Según el Ejército, “una vez se establezca en las investigaciones penales y disciplinarias las circunstancias que rodearon el hecho la institución adoptará las acciones a que haya lugar”. La comunidad sin embargo, sigue esperando las disculpas públicas por parte de esta institución. Esperan algo más que las frases prefabricadas de estos comunicados, porque la región convulsiona con la presencia de grupos armados y este escenario empeoraría si la Fuerza Pública pierde legitimidad.
El drama humano es otra cosa, porque para los que conocieron a Gabriel, la muerte de un inocente y el dolor alrededor de ella nunca se compensan. La mamá de Gabriel, Anatalia Patiño García, no espera nada, no pide nada, porque lo único que quisiera es que le resucitaran a su hijo. El 24 de septiembre, cuando este medio habló con ella y se cumplían cuatro meses de la muerte de su hijo, dijo que desde ese día no piensa en nada más.
“Ellos no tenían por qué hacer eso”, son sus palabras cargadas de impotencia y resignación. Mientras tanto, espera que las diligencias que hicieron en la Personería de Briceño prosperen de alguna manera, que esos “papeles que llevaron a Bogotá” traigan de vuelta algo, no sabe muy bien qué, tal vez algo que se parezca a la justicia.
Rafael Cano habla con Semana Rural sobre su estrellato en redes sociales, la importancia de los campesinos y lo que tiene que ocurrir en Colombia para mejorar las condiciones del campo.