El municipio de Florencia, en Caquetá, hace parte de la Amazonía colombiana. Razón por la cual cuenta con un biodiverso potencial en bienes naturales, una exuberante riqueza minero-energética y una gama variada de cultura nativa y colona. Por estas características, este paraíso amazónico, en los últimos diez años, se ha visualizado mundialmente como una despensa natural. Esta posibilidad, ventaja o desventaja, ha facilitado el surgimiento de una dinámica ciudadana en defensa, protección y conservación de los bienes de la región.
Hoy el área rural de Florencia respira y vive los resultados del proceso de paz. Un campo tranquilo, en silencio y una paz que proyecta un futuro mejor para los hombres y mujeres campesinas, que siempre han luchado por una vida digna y justa, que sueñan por tener un territorio con grandes oportunidades para reactiven la economía y el desarrollo de estas zonas olvidadas por más de 52 años de conflicto armado. Ellos aguardan con esperanza la etapa del posconflicto, esperando que sea un momento reivindicativo que mejora de sus condiciones de vida, hasta ahora vulnerables.
Es difícil entender por qué Florencia, un territorio con vocación agropecuaria gracias al proceso de colonización cauchero y ganadero, y que cuenta con 258.732 hectáreas en su territorio (1) y con un área urbana de tan solo 4.023,36 hectáreas - equivalente al 1.5% del área total -, esté aislado de las dinámicas productivas del país.
En este municipio habitan 181.493 (2) personas, de las cuales solo el 11.8 por ciento - equivalente a 21.418 florencianos - se ubican en el área rural. El restante, el 88.2 por ciento (160.075 personas) habitan en el área urbana. La principal situación que preocupa a los habitantes es la existencia de grandes extensiones de tierra improductivas y abandonadas a causa de fenómenos de desplazamiento forzado hacia el perímetro urbano. Es un problema que propicia procesos de asentamientos subnormales, que no cuentan con acceso a servicios públicos, pero sí con desempleo, inseguridad, drogadicción, prostitución, afectaciones ambientales y pérdida de identidad cultural. Esta tendencia proyecta una ruralidad progresivamente sola.
La baja presencia del Estado en el territorio rural con la escasa inversión social en programas de vivienda, educación, salud, deporte, recreación y productividad se da por la poca participación de la comunidad en lo recursos económicos de la nación. Estos recursos permitirían el mejoramiento de vías terciarias para una digna conectividad entre asentamientos, propiciando el intercambio de servicios, y un adecuado transporte de productos agropecuarios, que incentiven la comercialización y generación de valor.
Estas realidades han incidido notablemente para que hoy la zona rural no sea atractiva para vivir y trabajar, indicador de la soledad en el campo, porque la comunidad no encuentra ninguna alternativa que realmente transforme el territorio en beneficio de una población que ha sufrido las consecuencias de la guerra y la incertidumbre de una etapa de posconflicto que aún no tiene un horizonte claro frente al desarrollo integral del campesino.
La única luz de esperanza de las comunidades campesinas, actualmente, es el Programa de Desarrollo con Enfoque Territorial, resultado del proceso de paz, el cual se desarrolla con incertidumbre debido al cambio de gobierno que se avecina. Quizás el alto gobierno entrante dé una mirada hacia el campo para que visibilice la situación actual del campesinado, que tiene el anhelo de que algún día la población retorne a los territorios, pues en Florencia está el espacio, la fuerza de trabajo y la voluntad de resurgir en una nueva rural de paz. Las oportunidades no se deben quedar solamente en la ciudad, la ruralidad es su horizonte.
(1) POT del municipio Florencia - En formulación, 2015. (2) Proyección de población 2018. Dane.
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POR: LUIS CARLOS MONTOYA
Secretario de Ambiente y Desarrollo Rural de Florencia. Zootecnista. Especialista en Derecho Ambiental y Alta Gerencia. Magister en Agroforestería de la Universidad de la Amazonía.
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