Es un honor ser parte de Semana Rural y tener una voz en este espacio para lograr visibilizar y contar historias de las personas, organizaciones, municipios y veredas más apartadas de nuestras regiones. En esta primera oportunidad, quiero reflexionar sobre el rol de las organizaciones sociales y la filantropía en el país.
El mundo de las organizaciones sociales es cada vez es más complejo. Se crean inicialmente por las ineficiencias del Estado pero desde hace décadas han tenido un modelo poco sostenible que genera dependencias; estilo “Madre Teresa de Calcuta”. ¡El modelo filantrópico tradicional está mandado a recoger!
Podríamos clasificar el compromiso social de 3 formas: activismo social, como el de “Martin Luther King Jr.”; servicio social, como el de la “Madre Teresa de Calcuta”; y emprendimiento social de alto impacto, de “Andrew Carnegie”
El servicio social crea dependencias no solamente a nivel comunitario sino a nivel institucional y su modelo de negocio es dependiente e insostenible a largo plazo. Vivir de donaciones no solo es financieramente inviable sino que limita a las organizaciones a la hora de escalar sus programas.
Por eso creo que las organizaciones sociales deberían migrar sus modelos de negocio a uno que genere impacto, sea sostenible y escalable. Esto también va ligado al hecho de no generar dependencias en territorio que, en la mayoría de los casos, terminan haciendo más daño que bien.
Nos debemos enfocar entonces en ir más allá de aliviar un síntoma. En encontrar soluciones a las verdaderas causas de los problemas sociales, en generar cambios a grandes escalas que ataquen el problema de raíz.
Las organizaciones sociales deben pensar como empresas cuyo objetivo principal sea el de identificar y abordar un problema social. La sostenibilidad de estas organizaciones deben medirse por su facilidad de generar resultados, de empoderar a individuos, y esa medición debe tener impacto, ser tangible y cuantificable. A su vez, los resultados deben de poderse comunicar, compartir y explicar con todos los actores e involucrados. Es decir, desde el joven participante del programa hasta el presidente de una empresa.
También tenemos que cambiar nuestra forma de identificar y hablar de las personas que reciben estos beneficios. Cambiar el “beneficiarios” por “participantes” es una manera de parar de estigmatizar y dividir cada vez más a la sociedad.
Es por esto que los invito a que reflexionemos sobre el rol de cada uno de nosotros y nuestras organizaciones en la forma en que estamos generando cambios positivos. Pero la invitación también es a que pensemos y discutamos cómo lograr que las fundaciones no generen dependencias. Probablemente no tenga la respuesta, pero sin duda es algo importante que tenemos que discutir.
El emprendimiento social es la forma en que caracterizamos cada acto de liderazgo, actos que generan un verdadero beneficio público.
POR: CLEMENCIA VARGAS
@ClemeVargas
Nació en Bogotá. Se graduó del Babson College en Administración de Empresas con énfasis en Finanzas y Economía. Trabajó en Deloitte and Touche para el área de asesoramiento financiero. Es bailarina profesional y coreógrafa, y ha hecho una carrera en el baile desde hace 18 años en Estados Unidos. Su pasión y determinación la llevó compartir su experiencia de vida con jóvenes colombianos, por eso creó Vive Bailando, una iniciativa de emprendimiento social líder en innovación de baile para la transformación positiva de los jóvenes. Vive Bailando no solo forma bailarines, sino jóvenes con la capacidad de asumir una vida responsable.
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