Así como la religión o el idioma, posiblemente la tradición de quemar un muñeco de trapo el 31 de diciembre —y con él el año que se va—llegó con los españoles, quizá procedente de algún ritual pagano europeo. .
| En muchas regiones de Colombia, justo antes de la medianoche, aún se buscan afanosamente sacos y zapatos para vestir el Año Viejo. ‘Taitapuros’ y ‘maturros’ son algunos de los nombres para esta tradición decembrina. | Por: Andrés Rosales
Así como la religión o el idioma, posiblemente la tradición de quemar un muñeco de trapo el 31 de diciembre —y con él el año que se va—llegó con los españoles, quizá procedente de algún ritual pagano europeo.
De eso no sabe mucho María Ramírez, una mujer de casi 80 años que durante la mayor parte de su vida se ha dedicado a no dejar morir esa costumbre. Una semana antes de Navidad, ella reúne a sus vecinos de la vereda La Peñita, en Sibaté, Cundinamarca, para recolectar prendas, dinero y mensajes de despedida del año.
La idea es ampliamente conocida: celebrar una suerte de ritual de quema del muñeco con el que se despiden las energías negativas del año para dar paso a otras positivas y renovadas.
Los muñecos, generalmente, están inspirados en personajes de la política o de la farándula y se rellenan con pólvora y mensajes que despiden el año. © Harry Alexander
“Cuando armo el ‘Año Viejo’, siento que terminó bien el año. Es nuestro agüero, como las uvas o las maletas, es decir que se fue lo malo y algo mejor vendrá”, cuenta Ramirez.
Inspirada mayormente en personalidades políticas o artísticas, la quema del muñeco se ha convertido —no solo en Sibaté, sino en otros pueblos— en una responsabilidad social y comunitaria.
La costumbre varía según el departamento. En Cauca, Huila y Tolima el muñeco se conoce como ‘taitapuro’. Antes de quemarlo, se lee un testamento, el cual está basado en las anécdotas vividas por la comunidad. En forma satírica y llena de humor, este texto roba la atención una hora antes de la nochevieja.
En el sur de Cauca, en Bolívar, los niños son los encargados de confeccionar los ‘años viejos’. “Me gustan mucho las caricaturas y por eso quise hacer uno de los Simpson”, dice Esteban Cuantindol, un pequeño de 12 años que ya cuenta con amplia experiencia en el asunto.
En Nariño, Putumayo y Valle, al muñeco le llaman ‘maturro’ y en él se invierten sumas que pueden bordear el millón y medio de pesos. El objetivo es lograr un día memorable. Una tradición que además busca generar empleo.
Ese es el caso de San Pedro, Palmira. Allá doce jóvenes son reconocidos por confeccionar y vender un verdadero ‘ejército’ de muñecos. “Todo el mundo espera con ansia la quema del ‘maturro’ el 31, a la 1 de la mañana”, dice Luis Mario Melo, uno de ellos.
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