Antes de que salga el sol y lleguen los clientes, en la Plaza de Mercado de la Galería ya parece mediodía. Este es el único sector de Manizales que 'despierta' a las tres de la mañana. La cotidianidad transcurre entre voces de trabajadores, sonidos de básculas, calles llenas, animales callejeros, aromas y colores .
| Gina Flórez, una joven de 26 años, vende tintos de tres de la mañana a mediodía. Sus clientes, en cambio, trabajan desde la misma hora hasta el anochecer en la Plaza de Mercado de Manizales. | Por: Diana Rey Melo
La Galería
CORAZÓN DE MANIZALES
Texto | Angélica Benavides
Fotos | Diana Rey Melo
Al lado de uno de los locales de José está el de don 'Chalo', un hombre reservado y de escasas palabras que le heredó el negocio a su papá hace 35 años.
Mantiene viva la tradición familiar escogiendo los mejores mangos entre 20 o 25 toneladas que le llegan a diario desde diferentes zonas del país. Los elegidos se envían principalmente a supermercados y tiendas de Manizales.
La Galería de Manizales fue construida en el antiguo centro de la ciudad como un regalo de la Alcaldía por el primer centenario. La estructura central es completamente redonda y a su alrededor hay otros tres pabellones, que parecen proteger 'el corazón' de un sector sumido en pobreza, venta de drogas y prostitución.
Cerca de una de las puertas del pabellón principal está Fabio Nelson, quien lava sus tomates mientras habla con amigos.
Gina Flórez, una joven de 26 años, vende tintos desde las tres de la mañana hasta el mediodía para poder llevar a su hijo de 3 años al jardín.
Una cuadra más arriba, hombres mayores de 40 años hablan y hacen bromas con los más experimentados en el negocio del plátano de la Galería: Enoc Cuervo, Cristóbal Colón y Diego Aguirre, quienes están por encima de los 60 años de edad.
Cristóbal lleva 40 años cargando plátanos y vendiendo música. Enoc y Diego han comprado plátano por más de 50 años a pequeños productores de Antioquia y Caldas para vender en el sitio.
Texto | Angélica Benavides
Fotos | Diana Rey Melo
Caminar largas distancias, sortear cercas con nevera en mano y trajes antifluidos, cuidar las vacunas como un tesoro: así es la misión que cumplen los vacunadores en dos municipios de Cundinamarca.