La historia de una mujer en el Pacífico que, con la ayuda de programas oficiales y entidades internacionales, está modificando su entorno y el de al menos 20 mujeres en Chocó..
| Además de las capacitaciones que dicta, Aracely tiene su propio emprendimiento con el que da a conocer los sabores típicos de Chocó | Por: WFP
Aracely Hurtado Martínez quiere cambiar el mundo. Y, para decir verdad, ya lo ha hecho un poco. A sus 53 años, cambió la forma en la que vive su comunidad, una en Chocó, en un corregimiento enredado en la selva espesa y húmeda del pacífico colombiano.
Ella es la líder del grupo de mujeres de Tutunendo, a unos 40 minutos de Quibdó. A través del proyecto de Empoderamiento Económico a Mujeres, implementado por el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas en Colombia – WFP (por sus siglas en inglés) y la secretaria de la Mujer Quibdó, ha hecho parte de los procesos de formación para prevenir la violencia contra la mujer, y promover su empoderamiento económico.
«El proyecto nos ha servido mucho a las mujeres porque nos ha fortalecido en conocimientos que antes no teníamos»
Aracely Hurtado Martínez
Aracely a capacitado a un puñado de mujeres en Tutunendo. Ellas, a su vez, han arrancado proyectos de empoderamiento y liderazgo.WFP
No son solo palabras bonitas. Formando mujeres en producción de hortalizas y cría de pollos, Aracely garantiza la seguridad alimentaria y nutricional de sus familias y comunidades.
Eso es, básicamente, el combustible con el que se impulsan actividades de emprendimiento que les permite a esas mujeres de manos grandes y sonrisas blancas generar ingresos para ellas y para sus familias y, al final, reconstruir el tejido social.
“El proyecto nos ha servido mucho a las mujeres porque nos ha fortalecido en conocimientos que antes no teniamos, por ejemplo, en la ruta de atención a mujeres víctimas de violencias basadas en género, y nos ha permitido sentirnos útiles porque estamos aportando económicamente a nuestros hogares” dice sonriente Aracely.
La historia de cómo una mujer, a sus 72 años, abrió la puerta para que cientos de otras víctimas del conflicto pudieran volver a sus tierras.