En muchas zonas de Colombia la educación virtual es imposible. Santander, la serranía del Cocuy, Casanare, Boyacá y el pacífico nariñense son algunas de las regiones donde la correspondencia y la radio han permitido que los niños sigan estudiando.
| La llegada de la covid-19 y las dinámicas impuestas durante la cuarentena obligatoria han desvelado las enormes brechas en acceso a Internet en el país. | Por: Cortesía Deyler Escalante y Oswaldo Serrano
El municipio de Güicán de la Sierra se alza a 3.000 metros de altura, en la vecindad de los nevados de la Sierra Nevada del Cocuy. Hay cóndores, ovejas, lagunas, glaciares y una Virgen María de rasgos indígenas que los pobladores llaman con cariño “La Morenita”. Allí, en el oleaje de montañas de la Cordillera Oriental, los estudiantes de la I.E. Normal Superior Nuestra Señora del Rosario cambiaron computadores y tabletas por el azadón, el metro y la piqueta. Cada familia recibió en su casa tres paquetes de semillas de zanahoria, cilantro y lechuga que ya plantaron. Mientras las aulas permanezcan cerradas, los niños aprenderán matemáticas midiendo la tierra, ciencias estudiando el ciclo de vida de las plantas y español escribiendo historias de sus sembrados.
Gracias a la gestión del rector de la I.E. Normal Superior Nuestra Señora del Rosario, Pastor Zambrano, se consiguieron gratis 900 paquetes de semillas que se repartieron en las nueve veredas del municipio. ©Cortesía docente de la zona
Yahen Sandoval es profesora de matemáticas en la escuela de Güicán. Ella, maestra con 20 años de experiencia, es una de las abanderadas para que en la cuarentena los niños no dejen de recibir sus clases. El reto es grande, ya que el 80 por ciento de sus estudiantes viven en zonas rurales y no tienen acceso a Internet. Para contrarrestar este problema, la escuela decidió utilizar lunes a viernes la emisora del pueblo. Yahen envía los audios a Radio Güicán y entre las 9 y las 11 a.m. los niños encienden el radio, sintonizan el dial 89.6 FM y escuchan la voz de su profesora en un espacio llamado ‘El maestro llega a tu casa’.
Los contenidos de las clases también viajan por correspondencia. Cada quince días, las coordinadoras se encaminan hacia San Juan, La Cueva, El Tabor, Calvario, San Roque y otras veredas para entregar el material en cada casa. Hace unos días, Yahen recibió el siguiente mensaje de voz de un estudiante de 10 años de la vereda San Ignacio: “Ay, profe, yo hice dos trabajos iguales, por si el que le envié se pierde mientras le llega hasta donde sumercé está. No sea que yo pierda matemáticas. Chao, profe... ¡Ay, sí, profe!: la extrañamos mucho”.
Las dificultades para aplicar la educación virtual no son una excepción en Colombia. La llegada de la covid-19 y las dinámicas impuestas durante la cuarentena obligatoria han desvelado las enormes brechas en acceso a Internet en el país. Hoy la meta que se trazó el presidente Iván Duque de terminar su mandato con una cobertura del 70 por ciento parece lejana.
El último censo poblacional (2018) reportó que solo el 43 por ciento de los hogares tiene acceso a Internet. Por su parte, hace unos días el Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana reveló que el 96 por ciento de los municipios de Colombia no pueden implementar un plan de educación virtual porque “menos de la mitad de sus estudiantes de 11 grado tienen computador en su hogar”. Cifras del Dane indican que, en 6 departamentos del país, menos del 40,6 de la población usa internet en cualquier dispositivo.
A la casa de Yolanda Acevedo, en la vereda Las Puentes de Zapatoca (Santander), la señal de internet no llega y es imposible hablar con ella por más de diez minutos sin que la llamada se corte. Yolanda, cuya hija estudia en la Institución Educativa las Puentes, cambió su rutina hace veinte días, cuando las clases del colegio empezaron a llegar por correspondencia. Ahora, todos los lunes a las 7.00 a.m., cuando oye el pito del mototaxista, se pone el tapabocas y los guantes de caucho y recibe en su puerta los sobres sellados para los alumnos de la vereda. Poco a poco, los padres llegan a sus casa a recogerlos y, hacia las nueve de la mañana, no queda ninguno por entregar.
Estos son los paquetes que reparten a los niños de la Institución Educativa las Puentes, en Zapatoca (Santander). Cortesía Osvaldo Serrano
Unos de los promotores de esta iniciativa es el profesor Oswaldo Serrano. “Entregamos el material en cinco puntos, de acuerdo con las distancias de cada finca. En cada uno damos 8 paquetes. Así llegamos a las 10 veredas del municipio”, dice Oswaldo y recalca que resumir las lecciones en pocas páginas supone un gran esfuerzo, entre otras razones porque muchos alumnos no cuentan ni siquiera con un diccionario en la casa. Por eso, el material tiene que ser integral y se debe solucionar sin más herramientas que la guía misma.
Al sur de Zapatoca, en Aquitania (Boyacá), los problemas de transporte se suman a los de conectividad. La Institución Educativa Región Sur de Aquitania tiene nueve sedes, todas dispersas en una topografía accidentada y no apta para vehículos que oscila entre los 1.500 y los 3.000 metros de altitud. Allí, cuenta el profesor Edwin Barrera, los camiones que los viernes llevan víveres y alimentos a las veredas ahora transportan las tareas de los niños. Se estacionan en un sector llamado San Roque y esperan la llegada de los padres. Uno de ellos es Ever Pineda, un agricultor de la vereda de Diganome que, en una travesía de dos horas, recorre a caballo las empinadas trochas que la lluvia azota todo el año para recoger las lecciones de sus dos hijos, Sergio y Eider. Ellos también son unos expertos jinetes y hasta hace dos meses era común verlos llegar a la escuela a lomo del mismo caballo.
Los caminos hacia algunas veredas de Aquitania son difíciles de sortear incluso por los caballos. © Cortesía Edwin Barrera
Edwin cuenta que en esta región los niños están acostumbrados a caminar una o dos horas para llegar a la escuela. Los aguaceros ayudan y son frecuentes los derrumbes, los árboles caídos y las quebradas desbordadas. Pensando en el clima, las tareas por correspondencia también viajan protegidas de la lluvia con plástico. Las entradas de las escuelas se cubren con hileras de sombrillas porque allí los paraguas son artículos de primer necesidad.
Boyacá es uno de los departamentos que más ha impulsado las nuevas iniciativas de educación en medio de la cuarentera. La radio ha sido la principal herramienta para llegar a los rincones más remotos de la región, compuesta por 51.000 estudiantes rurales. “Gracias al apoyo de la Red de Emisoras Comunitarias y de nuestro Gobierno, varios colegios crearon programas radiales con contenidos educativos donde se desarrollan guías que han sido enviadas con antelación siguiendo los protocolos de bioseguridad”, dice Jaime Raúl Salamanca, Secretario de Educación del departamento.
La radio también es el principal recurso en Hato Corozal (Casanare). Allí, el colegio Luis Hernández Vargas, que tiene 885 estudiantes en sus ocho sedes, abrió un espacio de radio todos los días en la emisora Capibara 107.7 FM, en el que los profesores explican las tareas y resuelven dudas al aire por teléfono. De acuerdo con Wilver Alexander Tovar, rector del colegio, tan solo el 40 por ciento de sus estudiantes tiene acceso a Internet. Gracias a la radio, es posible llegar al 70 por ciento de este extenso municipio que de 63 veredas y 5.000 kilómetros cuadrados de extensión.
En Güicán de la Sierra se entregaron 550 paquetes de semillas en las nueve veredas del municipio. ©Cortesía Docente de la zona
Lejos de Casanare, en Ricaurte (Nariño), el líder awá Miguel Caicedo, gobernador del resguardo Tialapí Pueblo Viejo, recoge los trabajos en cuatro escuelas de Mayama y Ricaurte y las entrega los jueves en un lugar llamado Tialapí, a donde llegan representantes de las diez comunidades de su resguardo, algunas de las cuales tienen que recorrer siete horas de camino por la selva para llegar al punto de encuentro. Además de las lecciones de los estudiantes, Miguel también lleva el mercado a esta zona azotada por la violencia y donde, hace apenas 15 días, asesinaron a Ángel Artemio Nastacuás, miembro del resguardo awá Inda Zabaleta.
Para muchos, las clases por radio y correspondencia constituyen una vuelta al pasado, a tiempos de Radio Sutatenza, aquel proyecto radial que por más de cincuenta años cerró las brechas de la educación sorteando con la potencia de su antena las distancias impuestas la lejanía y una pobre infraestructura. Las fotos de los años cincuenta, de familias reunidas alrededor de un radio, podrían haber sido tomadas hoy en alguna casa en el campo colombiano.
Entre 1947 y 1989, Radio Sutatenza, una iniciativa de la ACPO (Acción Cultural Popular), emitió un millón y medio de horas. © Cortesía Museo Nacional de Colombia
La profesora Yahen lleva un diario en el que cada noche registra sus vivencias. Allí escribió al pie de la letra una llamada telefónica del papá de uno de sus alumnos:
-Buenas tardes, profesora, la llamo desde la vereda San Roque. Soy el papá de Luis, del grado séptimo. Profesora: esos videos que mis chinos dicen que toca ver no los hemos podido ver porque yo no sé cómo se ven en este aparato…
El niño pasa al teléfono:
-Profe, es que mi papá no quiere entender que mi celular no tiene WhatsApp.
Hace treinta o cuarenta años la radio y la correspondencia eran la únicas opciones de llegar a los lugares remotos de Colombia. Hoy, cuando las herramientas se ha multiplicado, miles de niños nativos digitales tienen que estudiar con la resignación de volver a un pasado que jamás vivieron.
Forman parte de Poderosas de Urabá, una propuesta educativa para enseñar sobre los derechos sexuales y reproductivos, y empoderar a las jóvenes de la región. Esta es su historia